Se fueron dos meses desde aquella separación, y no, las cosas no mejoraron para nada. Lo único que los mantenía vinculados a Betty y a Jughead, era el pequeño Julian.
Lo único positivo es que Julian volvió a ser el de siempre; un niño sano, lleno de energía y con el apetito de su padre.
Pero fuera de eso, dos almas rotas sufrían en silencio por su ruptura, y no sabían si el conflicto tendría solución.
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Hoy, temprano, Betty esperaba a Jughead con Julian en casa, porque el ojiazul dijo que hoy pasaría todo el día junto al pequeño.
Si algo era cierto, es que en ningún momento había descuidado o abandonado a su hijo.
—¿Y dónde está mi pequeño campeón?— Preguntó Jughead, entrando a la casa con una sonrisa, mirando a su hijo. —Ven aquí chiquitín—
Julian sonrió, se fue del regazo de su madre y corrió a los brazos de su padre; ya no le temía, para nada. Porque después de que sus papás se habían separado, ya no habían gritos ni discusiones que lo pusieran nervioso.
Al parecer, solo eso había resultado bien de la separación.
Jughead tomó en sus brazos a su hijo, y después de llenarle la cara de besos, se detuvo a mirar a Betty.
Ella tenía unos jeans ajustados y una camiseta color pastel que le quedaba tan increíble, que Jughead no pudo evitar desviarse un momento, solo mirándola.
—Hola, Jughead— Lo saludó Betty, sonriéndole levemente. Notó la manera en la que el la miraba.
—Hola— Respondió el ojiazul, sonriéndole mientras dejaba a Julian en el piso. —Yo... Yo traeré a Julian en la noche, si te parece. Cualquier cosa, estaré en comunicación contigo—
Betty asintió, mirándolo a él y después al niño. —Mi dulce hijo. Ven a despedirte de mami mi amor—
Julian corrió hacia su madre, contento, y se despidió de ella para que después su papá se lo llevara. Jughead subió al niño a su auto y hoy, en su día libre, lo aprovecharía al máximo para estar con su hijo.
Pero mientras conducía, Betty no salía de su cabeza. Le gustaba, y demasiado. Le gustaba en todas sus facetas.
Suspiró, dejando de lado esos pensamientos, y miro a su hijo con una sonrisa, por el espejo retrovisor.
—Hijito... ¿Qué cosas quieres hacer hoy, mi niño?— Le preguntó, aún conduciendo.
—Jugar— Respondió el menor, aplaudiendo desde los asientos de atrás.
—Muy bien. ¿Quieres ir al parque?— Le preguntó el pelinegro mayor.
—Si, parque— Afirmó Julian, contento.
Jughead fue directo al parque, y subió a su hijo en todos los juegos que el quiso; Jughead sabía perfectamente que los niños crecían demasiado rápido, y era importante pasar el mayor tiempo posible con su pequeño.
Aunque muy en el fondo, quisiera compartir todo eso con Betty a su lado.
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Betty había tratado asuntos y reuniones del trabajo todo el día, aprovechando que su hijo estaba con Jughead, y estaba bastante cansada.
Antes de irse a su casa, se fue al Pop's y se sentó, sola, extrañando a su hijo.
Y también al padre de su hijo, aunque no lo admitiera.
—¿Por qué esa cara tan larga, Elizabeth?— Le preguntó Pop Tate, acercándose con esa amable sonrisa que lo caracterizaba.
Betty lo miró y sonrió. —Un día largo y agotador, solo eso—
—Aquí tenemos la solución para eso. ¿Que deseas, Elizabeth?— Le preguntó el amable señor.
—Con una malteada de fresa está bien— Admitió Betty.
—Ahora mismo— Contestó Pop, sonriéndole y retirándose a conseguir su malteada.
—Gracias— Le dijo Betty.
Ella recibió su malteada, pero mientras se la tomaba, andaba perdida en sus pensamientos mientras la tristeza aún la inundaba.
—Hola, señorita Cooper— Saludó un hombre, acercándose y sonriéndole.
Betty lo miró y le sonrió amablemente, aunque no sabía quién era. —Hola... ¿Lo conozco, caballero?—
—Tal vez no, pero también estuve en la reunión— Respondió el hombre alto de pelo rubio y ojos miel. —Soy el ingeniero Ricardo Miller, mucho gusto, Elizabeth Cooper. ¿Puedo sentarme?—
Betty lo pensó, y terminó aceptando. —En realidad no veo por qué no—
Mientras tomaban malteada, los dos empezaron a conversar sobre nada más que trabajo. A Betty le pareció interesante la madures y manejo de diversos temas que tenía el hombre, y a él le fascinaba conocer los proyectos que Betty había ejecutado.
—Pero hablando enserio, Elizabeth... Yo a usted la admiro mucho. Riverdale es un pueblo increíble gracias a usted. Es... Es admirable— Admitió el rubio.
—Gracias— Contestó Betty, con una sonrisa.
Ricardo suspiró, mirándola. —¿Y por qué una mujer tan bella como usted, está aquí tan sola y triste?—
Betty bajó la mirada. —Por nada. Es que... Mi ex novio está con mi hijo y lo estoy extrañando—
—Interesante. ¿Que edad tiene su hijo, Elizabeth?— Le preguntó el hombre.
—Tiene dos añitos y es mi mundo entero, mire— Le mostró una foto en su celular, orgullosa.
Ricardo miró la foto, y luego a ella. —Es un niño hermoso. Tiene sus bellísimos ojos—
Betty sonrió. —Si, mi ex no tarda en llevarlo de regreso a la casa, ya tengo que irme—
—Entiendo. Fue una tarde maravillosa, Elizabeth. Espero y se repita pronto— Admitió el hombre, poniéndose de pie y sonriéndole.
—Puede llamarme Betty. Hasta pronto— Se despidió, poniéndose de pie y también sonriéndole.
Se despidieron, y Betty en su auto condujo hasta su casa; el encuentro con aquel hombre fue realmente agradable y la había hecho olvidar sus penas por un momento.
Llegó a casa y no le quedaba más que esperar a su hijo, hasta que llegó.
Jughead entró a la casa con Julian profundamente dormido en sus brazos, pero cuando él entró, ni siquiera la miro a ella.
Fue directo al cuarto de Julian para dejarlo en su cama, pero la ignoró a ella, y ella se dió cuenta.
Se dió cuenta de que el estaba muy enojado, pero la pregunta era el por qué.
Betty no iba a quedarse como si nada. Subió al cuarto de su hijo Julian, y Jughead aún estaba ahí, diciéndole al niño cuánto lo amaba mientras éste dormía.
Jughead salió de la habitación, aún ignorando a Betty, pero ella lo tomó de la mano y lo detuvo.
—Jughead, detente— Lo llamó Betty, sin soltarlo, mirándolo fijamente. —¿Qué ocurre? ¿Ahora que tienes?—
Aún hay asuntos que tratar entre ellos 👀
Samy ❤️
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♡Amor de Verano♡ ▪Bughead▪
Fanfic¿Que pasaría si te enamoraras de una persona que sólo verás en un verano?