Capítulo 3

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Maximilian

Si alguien me hubiera dicho que terminaría cediendo ante los ruegos de Suzanne de volver a Alemania me habría reído en su cara por estupido pero siete años después aquí estoy comandando la FIEM de Europa Occidental por órdenes del máximo jerarca y todo ha ido mejor de lo que esperaba.

Tres misiones completadas exitosamente bajo mi mandato son muestra de ello.

Además está Alyssa, la mujer con la que me casé.

También el poder que otorga este cargo ha facilitado mucho las cosas para mí. Puedo hacer y deshacer sin preocuparme por las consecuencias porque aquí soy intocable.

Nadie puede opinar que hago mal mi trabajo o que tomo caminos poco ortodoxos porque me estoy encargando de limpiar la mierda de este lugar del mundo y todos bajo mis órdenes lo saben. Todos a excepción de la mujer más desafiante, exasperante e insoportable que he tenido la desgracia de conocer pero ya me encargaré de hacerle saber que mi palabra es la ultima en este lugar. Eso es seguro. No en vano deseche su petición de descanso a pesar de que lo tenía más que merecido.

Por ello, con un objetivo en mente descuelgo el teléfono de mi escritorio y marco el código que me comunica con mi secretaria al instante.

―Quiero a la capitana Martínez en línea ―ordeno sin darle tiempo a hablar. ―Ya.

—Enseguida le comunico, comandante —responde con su voz de pito consiguiendo que ruede los ojos hastiado.

No sé en que momento me pareció buena idea conservar a la secretaria de Richardson pero ya me harta sobremanera. No obstante, no puedo negar que hace su trabajo bien y tras un minuto de espera la voz de Martínez se escucha fuerte y claro por el auricular.

―Capitana Martínez, ordene.

―La quiero en mi oficina en diez minutos ―declaro con firmeza y no sé por qué sonrío al escucharla maldecir por lo bajo. Espero una respuesta suya por un par de segundos pero al no obtenerla doy por terminada la llamada.

En los minutos siguientes me dedico a revisar y responder emails pendientes hasta que tocan a la puerta con firmeza y sin necesidad de preguntar sé perfectamente quién es.

―Adelante ―pronuncio una vez estoy sentado tras mi escritorio.

Inmediatamente Atenea entra trayendo consigo un fuerte olor a colonia masculina que hace que me pregunte dónde y con quién estaba antes de que la llamara. Toma asiento frente a mí sin tomarse la molestia de preguntarme primero demostrando lo poco que le importa el protocolo.

―Dígame para qué me necesita ahora comandante ―habla mirando a cualquier lugar menos a mí.

«Interesante.» Le pasa algo, eso puedo apostarlo. Ahora la duda es, ¿que? ¿Tendra que ver con el olor a colonia tan fuerte que se carga? O…

Sacudo la cabeza para librarme de interrogantes que no me interesan ahora mismo porque se que si empiezo no podré parar y tengo cosas más importantes en las que centrarme así que me decanto por la vía más rápida para salir de esto. Carraspeo para atraer su atención y cuando sus ojos tormenta conectan con los míos, hablo.

―Seré claro con usted, Martínez. Hasta el día de hoy en esta sede todo ha marchado de manera excelente y me propongo que continúe siendo así por lo que le pregunto, ¿será usted un obstáculo? ―Abre la boca para replicar pero alzo la mano dejando en claro que aun no he terminado. ―Conozco de buena fuente que con el anterior comandante era un soldado magnífico pero acostumbrada a ser quién daba las órdenes incluso a sus superiores y, aunque no dudo de sus capacidades, quiero dejarle en claro que mientras yo comande Europa eso no volverá a suceder. No es porque sea usted una mujer o cualquier mierda que pase por su cabeza ahora mismo sino que soy yo y solo yo quién tiene la autoridad y el poder para decidir sobre todos aquí. ¿Lo entiende? ―Cuestiono habiendo dicho todo lo que tenía pensado decir sin embargo su reacción no es la que esperaba.

―¿Eso era todo lo que iba a decir? ―Pregunta tranquilamente y asiento sin saber bien qué tiene en mente. ―Bien. Siendo así… ―se relame los labios haciendo que mi atención vaya hacia esa boca tan carnosa que tiene ―debería contestar la llamada que le harán… ―sonríe como una cazadora que encontró a su presa ―ahora… ―pronuncia y tal como lo predijo el teléfono suena encendiendo mis alarmas.

―¿Qué diablos…? ―Ni siquiera completo la oración antes de que Lisa irrumpa en la oficina como alma que lleva el diablo, tan pálida que da la impresion que en cualquier momento se desmayará, y diga las dos palabras que consiguen que yerga la espalda dedicándole a la pelinegra frente a mí una mirada cabreada e interrogante al mismo tiempo. Le indico a la voz de pito que se largue sin necesidad de hablar y cuando Atenea intenta hacer lo mismo la detengo. ―De aquí no te vas hasta que yo lo diga.

―No tenía ninguna intencion de irme. Todo lo contrario ―asegura riendo yendo hasta mi sofa y acomodándose como si fuera suyo mientras yo no dejo de observarla ni el teléfono de sonar. Su descaro me enerva por lo que tras respirar profundamente tomo la llamada.

―Comandante Black, ordene ―digo sin vacilar y ahora es ella quién centra su mirada en mi.

―Iré al grano, Black. Autoriza ya mismo las vacaciones de Atenea y reorganiza tu plan de trabajo para ella. La capitana Martínez es de las mejores que tiene la FIEM y debe ser tratada como tal, ¿queda claro? Nada de estar tras el escritorio, la quiero en misiones de campo o planeación estrategica con su tropa.

―Entendido, señor ―hablo a pesar de no entender un carajo pero al jerarca no se le contradice a menos que quieras ser aplastado. En eso somos muy parecidos.

―Soy consciente que debes estar con varias dudas en este momento sobre mis motivos para esta llamada pero por tu bien déjalo estar. Lo único que debes saber es que Atenea ha hecho todo bajo mi conocimiento y lo seguirá haciendo si lo considero pertinente ―dicho esto la llamada se corta y mi ahora tormento se levanta y avanza decidida hacia mí. Se inclina hacia adelante dándome una buena vista de sus pechos que me ponen a pensar en cosas que no me ayudan nada en este preciso momento.

―Maximilian, Maximilian... ¿ya viste que no soy ningún obstáculo para ti? ―Inquiere con su rostro a centímetros del mío y sin esperarmelo saca de entre los papeles sobre el escritorio un folder negro. Lo abre y al ver qué es me vienen a la mente las palabras del ministro asaltandome las dudas porque la única manera en que pudo saber todo es que la misma Atenea se lo haya dicho lo que me lleva a preguntarme, ¿qué mierda le importa a Christopher ella? Es muy buena soldado pero solo es una más… aunque algo me lleva a creer que no sobre todo por como sutilmente me amenazó.

―¿Por qué le interesa al ministro lo que pase contigo? ―Interrogo y por la manera en que acto seguido se yergue intimidante sé que no dirá nada.

―Limitate a firmar como te lo ha ordenado. ―Dicta y lo hago mas por respeto al jerarca que porque ella lo diga. Le tiendo el folder, lo examina viendo que todo este en orden y se gira encaminandose a la puerta de salida, sin embargo, se detiene antes de salir y viendo directamente a mis orbes habla. ―Nos vemos en una semana, comandante. Gracias por haber llamado ―termina y dedicándome un guiño se marcha.

«¿Qué mierda ha sido esto?»

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