Atenea
Hace ya casi una semana desde que Maximilian me eligió para capitana de ejército y todavía no me lo creo. Me avergüenza la manera en que reaccioné en su momento, una noticia así no me la esperaba cuando ese puesto podría habérselo dado a su mujer o a alguien más. De hecho, tengo que decir que contrario a lo que pensaba el tipo es buen jefe. No sé qué motivos le habrán llevado a comportarse como lo hizo el primer día pero dejaron de importar para mí. Él me ha dado una oportunidad que no voy a desaprovechar porque ahora puedo ascender con más facilidad a coronel y de hacerlo antes de terminar el año me convertiría en la mujer más joven que obtiene el rango en la historia de la FIEM. Esa será mi meta en lo adelante.
Mi actual oficina es más grande que la anterior y está ubicada en el mismo piso que la de los jefes en el edificio administrativo. Se supone que me debo encargar de lo relacionado con cada tropa aunque la mayor parte del tiempo desde mi designación la he pasado con el comandante organizando lo necesario para el juicio de quién fue mi marido por casi un año. Durante el tiempo que estuve de vacaciones todos trabajaron duro para encontrar más pruebas que lo jodan y rezo para que sirvan para evitar la extradición que solicita porque yo más que nadie sé sus alcances. El poder del maldito llega a límites que nadie creería que un simple narcotraficante tiene y eso es lo que más me asusta. Si sale de Alemania de un modo u otro quedará libre, lo presiento. Eso no puede pasar, no si quiero seguir cuerda.
Muevo la cabeza de un lado a otro. Ya no quiero pensar más en esto.
―¿Está todo bien? ―Interroga Black frente a mí. Me masajeo las sienes. Ya es más de medio día y no he comido nada por estar revisando pruebas que lo único que hacen en este momento es agobiarme porque el juicio es mañana. A estas alturas la evidencia que no tengamos no la tendremos ya.
Decido sincerarme con él.
―No, comandante. No estoy bien ―niego repetidas veces con la cabeza. Me mira esperando por una explicación y no vacilo a la hora de hablar. ―No sé si lo que tenemos sea suficiente para retenerlo. Lo conozco, sé que hará lo que sea para que le den la puta extradición. México es su zona de confort y llegando a alla se librará de la cárcel, lo sé. Y cuando lo haga me buscará y yo… yo no quiero que me encuentre porque si lo hace... —no termino la oración, esa posibilidad no es algo en que me apetezca pensar.
Se levanta de su sitio para sentarse en la otra butaca a mi lado, me toma de las manos que aprieta y clava su mirada oscura en la mía con decisión.
―Nada te va a pasar, Atenea. Santos no va a salir de Alemania por muchas influencias que tenga y si logra la extradición recuerda que tú también las tienes. Eres hija del hombre más poderoso de toda la milicia a nivel mundial ―me recuerda centrándome. ―Además también eres sobrina del presidente mexicano, úsalo a tu favor. Y si nada de eso funciona te tienes a ti misma. No dudes de tus habilidades nunca porque cuando lo hagas fallaras ―culmina haciéndome sentir más tranquila inexplicablemente.
―Creo que tendrías un gran futuro como terapeuta ―comento haciéndolo sonreír. ―Lo digo en serio. Ya me siento mucho más tranquila ―hago notar. ―Es increíble como un par de palabras tuyas tuvieron un efecto tan positivo ―soy sincera. No lo entiendo pero es cierto.
―Tengo ese don, por asi decirlo ―responde y suelta mis manos para acto seguido regresar a su sitio, tomar la chaqueta que habia dejado mas temprano en el respaldo de su silla, ponérsela y tenderme su mano derecha. ―Venga que me muero de hambre. Vamos a almorzar ―exige y le doy la mano sin dudar. Yo también muero por comer algo.
Salimos de la oficina y no hay rastro de Lisa lo que me hace fruncir el ceño.
―¿Dónde está Lisa? ―Le pregunto y me mira de reojo antes de contestar.
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Peligrosa Atracción [Próximamente en físico y ebook]#PGP2024 #POFG2024
RomanceLibro 1 de la Trilogía Peligro (borrador) Tras culminar exitosamente su misión en México la capitana Atenea está de regreso en Alemania dispuesta a continuar con su vida y dejar el pasado atrás aunque para ella ya nada será igual. La infiltración t...