Atenea
He leído muchas veces que no puedes aspirar a mucho porque te quedarás sin nada y estoy de acuerdo con eso porque no aspiro a mucho. Yo aspiro a todo porque solo eso sera suficiente para mí. Eso fue lo que me inculcaron y eso es lo que lograré si me esfuerzo lo necesario. Si Dios no lo quiere permitir pues hago un trato con el diablo pero lo consigo sí o sí. Ejemplo de ello fue lo que sucedió hace unas horas.
Revelar la verdad sobre mi identidad es algo que ansiaba hacer hace muchísimo tiempo atrás. Por más cercanía que pudiera tener con mi padre debido al trabajo o a mi vínculo con su hijastra no se sentía igual. Sabía que era por mi seguridad, así me lo hizo ver durante años, pero a medida que iba creciendo y veía la manera en que trataba a Alyssa había una parte de mí que no se sentía bien con ello. A quien acompañaba en cada evento escolar, en cada fin de curso y en cada graduación debería haber sido a mí y no. Tampoco estuvo conmigo cuando enfermaba y tenía que ir al hospital o cuando tenía pesadillas y despertaba llorando, ese privilegio solo lo tuve antes de que se casara de nuevo y después de ese momento pasó a ser de la chica a quien crió como suya. Y contrario a lo que cualquiera podría pensar nunca sentí envidia de mi ella, mi cariño nunca fue falso, si bien es cierto que mi relación con ella desde el principio fue idea de mi padre. En ese momento yo era una niña inocente, que no tenía cómo saber el porqué de muchas cosas y si mi padre me decía algo lo creía sin dudar.
Toda la farsa comenzó un par de años luego de que mamá nos dejara como un juego en el que no podía llamarlo papá ni demostrarle o exigir cariño frente a las personas o perdería. Según pasaba el tiempo fueron yendo en crescendo las prohibiciones hasta llegar al punto en que fui hija de otras personas durante meses mientras mi padre tenía una nueva familia. Un trágico accidente sucedió y mi familia de mentiras murió, no sabía que pasaría conmigo, estaba harta del estúpido juego, entonces apareció mi tío Alex y la esperanza de que el juego terminara regresó a mí pero no fue así.
Me obligaron a ir a un funeral y llorar en él por unos padres que no eran los míos, me costó pero pensando en cosas malas lo logré, representé un papel que hoy en día sé que fue el más creíble de mi vida mientras mi padre y su nueva familia me acompañaban. Esa misma noche mientras dormía alguien fue a mi cuarto y dejó una nota: «Lo has hecho bien, pequeña. Espero que sigas queriendo ganar el juego».
Al día siguiente mis maletas estaban hechas y un vuelo hacia México fue lo siguiente que sucedió sin darme tiempo a despedirme de mis amigos del colegio tan siquiera. Fue en ese momento que supe que el juego ya no era un juego y se había convertido en una realidad con la que tendría que vivir mucho tiempo.
Mi tío fue el encargado de, con el paso del tiempo, hacerme entender los motivos de mi padre para hacer lo que hizo. En la medida de lo posible trató de que mi adolescencia fuera feliz ocupando de a poquito el rol de figura paterna en mi vida y al mismo tiempo me preparaba para lo que enfrentaría más adelante. Fue quién me enseñó que mi mente es mi mejor herramienta y que como toda herramienta le debía dar mantenimiento de vez en vez así que motivada por él comencé a ir a terapia para tener mi mente en paz. Sin embargo, como es lógico, nunca pude sacar de mi mente las ganas de que el teatro acabara pero supe ser paciente y esperar al momento indicado.
Alguien llama a la puerta sobresaltandome. He estado tanto tiempo abstraído que he olvidado el presente y sacudo la cabeza para centrarme antes de abrir los ojos y ver hacia el frente.
―Entra ―grito y quien entra por esa puerta es la persona que menos esperaba después de ayer. ―¿Maximilian? ―Suena a pregunta y me regaño mentalmente. «Estúpida, claro que es él» ―¿Qué haces en mi casa? ¿En mi habitación? ―Cuestiono al percatarme que aún sigo en la cama como Dios me trajo al mundo tapada mínimamente por el edredón. ―¿Quién diablos te dejó entrar para empezar? ―Continuo al borde de la histeria sin permitir que responda.
No se suponía que él estuviera aquí. No se suponía que me lo tuviera que topar hoy que estoy tan sensible por estar recordando cosas del pasado y la mirada que me dedica me da a entender lo deplorable de mi estado.
―Quien me haya dejado entrar es lo de menos ―responde entrando del todo a la habitacion y cerrando la puerta tras de sí. «Sospechoso» Avanza hasta estar a poca distancia de la cama obligándome a subirme el edredón hasta la barbilla y recostarme en el cabezal de la cama. ―¿Estabas llorando? ―Pregunta y me toco las mejillas, las siento húmedas. «¿En qué momento lloré?» No quiero que me vea así lo que me lleva a voltear la cabeza para mirar las gotas de lluvia que caen por el gran ventanal a un lado de mi lecho. ―¿Quieres hablarlo? ―Niego. ―Bien, no hay problema. Solo pregunté porque velo por el bienestar de mis soldados y tú, a pesar de ser hija de quién eres, formas parte de ellos ―asiento aún sin verlo a la cara. ―Y por ende espero que sigas cumpliendo con tu trabajo así que me tomé la molestia de venir hasta acá porque quiero saber qué puta razon tienes para no haber ido hoy al comando, Atenea ―culmina haciendo que lo mire.
―Me sentía mal ―respondo sin mentir del todo acomodándome. Se cruza de brazos ante mi respuesta provocando que mi atención se dirija ese lugar como si mis ojos tuvieran vida propia. Detallo sus músculos tensados y las venas resaltando deliciosamente por encima de la tinta que lleva en cada brazo y me pregunto cuantos tatuajes más habra debajo del polo negro que lleva encima.
«Basta»
―Mis ojos están aquí arriba, capitana ―dice burlón y no sé por qué putas mis mejillas se tiñen de rojo. ―Por hoy te la dejaré pasar ―sonríe socarrón descolocandome ― pero que no se repita. ¿Entendido?
―Sí, señor ―asiento.
―Eso quería escuchar. Ahora vístete que tenemos trabajo que hacer ―ordena y frunzo el ceño en tanto da media vuelta para marcharse.
―¿Trabajo? ¿Juntos? ―Mi voz lo hace detenerse junto al marco de la puerta.
―Sí, Atenea. Trabajo ―confirma luego de haberse volteado una vez más y supongo que mi expresión descolocada le hace explicar. ―El ministro me dijo en esa llamada que tanto te gustó que recibiera que evitara que te tocara hacer trabajo administrativo y eso me propongo hacer.
―¿Pero por qué juntos? ―Sigo sin entender.
―Vístete y lo verás ―se limita a responder.
«Que exasperante»
Volteo los ojos en respuesta. Odio la información a medias. Suspiro y me masajeo la sien procesandolo todo.
He llorado sin darme cuenta y mi jefe se percató de ello. Ha intentado medio consolarme y no le he dejado. Me ha visto en una situación un tanto incómoda, frágil podría decirse, y no se ha aprovechado de ello. Tampoco hizo preguntas sobre lo de ayer a pesar de que sería lo lógico. Ah y me ha tuteado y yo también, no tiene caso mentir. El hecho de que viniera me animó un poco, algo ilógico que le atribuiré a mi lado egocéntrico que goza ser el centro de atención.
«Menuda mañana»
Me desperezo y salgo de la cama rumbo a la ducha dispuesta a descubrir qué trabajo tendrá el comandante para mí.
«Solo espero no toparme con Alyssa en la base hoy. No sabría cómo lidiar con su reacción» suspiro. Mi intuición me dice que no será muy linda conmigo desde ahora, veré cuan cierto es llegado el momento.
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Peligrosa Atracción [Próximamente en físico y ebook]#PGP2024 #POFG2024
RomanceLibro 1 de la Trilogía Peligro (borrador) Tras culminar exitosamente su misión en México la capitana Atenea está de regreso en Alemania dispuesta a continuar con su vida y dejar el pasado atrás aunque para ella ya nada será igual. La infiltración t...