Capítulo 48

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Maximilian

Contemplo el amanecer desde el balcón de la habitación mientras fumo un porro y medito en silencio.

La decisión de confesarle a Atenea lo que siento es ya irrevocable. Que sepa que me ha sido imposible escapar de sus redes de bruja embaucadora se ha convertido en una imperiosa necesidad que no hace más que aumentar cada vez que la veo con ese crío en sus brazos. A duras penas soy capaz de fingir normalidad frente a ella y esconder el caos que en mi mente por su culpa hay.

Los celos y la envidia me carcomen. La promesa que me hice años atrás me atormenta pero lo peor de todo es el irracional deseo que ha surgido en mí. Yo nunca había anhelado algo así. Ni siquiera sé por qué sucede ahora que tantas complicaciones se aproximan. Sin embargo, reconozco que una parte de mí quiere ser el hombre que la cobra merece sin importar lo que deba cambiar para lograrlo. El problema es que su silencio no me ayuda sino que genera una barrera que no sé cómo derribar.

¡Joder! Es que ya han pasado dos putos días desde que volvimos a Tijuana y ni siquiera he logrado dar con la mejor manera de declararme a la capitana. Que me rechace no es una opción, eso es claro e incluso ella sabe que no la voy a dejar ir jamás mas resulta tan malditamente difícil para mí exponer mis sentimientos que estoy hecho un lío. No mentiría si dijera que es la primera vez en toda mi vida como militar que me encuentro totalmente desarmado frente al enemigo y sin la más remota idea de cómo proceder.

De la nada unos brazos me rodean el torso desde atrás y alguien que conozco muy bien recuesta su cabeza contra mi espalda por unos segundos antes de depositar un beso en cada omóplato. Me giro a encararla y esos ojos grises me observan desde abajo en tanto el aroma de su cabello golpea con fuerza mis fosas nasales haciéndome cerrar momentáneamente los ojos. Suspiro hastiado resignándome a aceptar que lo que en un inicio me obsesionó es hoy lo que me hace quererla aún más.

«Atenea Katerina es tan inevitable como irrepetible e implacable», quien diga lo contrario no la conoce ni ha sido conquistado por ella como yo lo fui.

Sin mediar palabra boto el cigarrillo y me inclino hacia delante buscando sus labios. No tarda en corresponder al beso y este con el pasar de los segundos se hace cada vez más intenso. A nuestro alrededor se crea una burbuja invisible que nos aísla del resto pero, como bien dicen, la felicidad no es eterna y eso lo compruebo cuando la pelinegra se separa de mí.

―Me desperté y no estabas ―reclama sin más. ―Pensé que te habías ido ―reconoce desviando la mirada por un instante para luego verme con indiferencia.

Es notorio que le molesta preocuparse por mi ausencia. Eso, en una extraña y retorcida manera me da esperanzas. Los seres como nosotros afrontamos las emociones indeseadas así y soy consciente de que para ella el enamorarse de mí tampoco sería lo ideal así que no es tan descabellado pensar que se deba a ello su reciente comportamiento. No obstante, hasta que no escuche salir de su boca las palabras que tanto deseo escuchar no puedo dar nada por seguro.

―Salí a fumar ―me limito a decir.

―Ya.

Sin pronunciar otra palabra da media vuelta y entra en el dormitorio principal. Una voz en mi cabeza me dice que vaya tras de ella. Le hago caso.

―Te has despertado temprano ―me percato al ver la hora en el reloj de su mesilla de noche.

―Tengo cosas que hacer ―replica con frialdad encaminándose hacia el cuarto de baño.

La sigo.

―¿Qué clase de cosas? ―Cuestiono mientras se desviste.

Camisón y ropa interior van a parar al cesto de la ropa sucia. Hago acopio de todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre ella y dar por concluida la conversación. No soy un maldito animal que solo desea su cuerpo y debo demostrarlo, incluso a mí mismo.

Peligrosa Atracción [Próximamente en físico y ebook]#PGP2024 #POFG2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora