Capítulo 51

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Maximilian

El día elegido por Atenea para emprender el viaje al distrito federal mexicano y, posteriormente, el regreso a Berlín ha llegado inevitablemente.

De Alemania cada uno se fue por su propia cuenta, con objetivos a cumplir y planes bien trazados. Y, al menos yo, puedo jactarme de que logré lo que siempre quise.

La capitana Müller está atrapada por completo en mis redes y, aunque yo también lo estoy en las suyas, es inevitable sentirme orgulloso por haber conseguido conquistar su mente y apoderarme de su corazón a pesar de todas sus barreras emocionales y los impedimentos que juegan en contra de cualquier relación entre ambos. Sin embargo, en este punto al que he llegado no estoy dispuesto a permitir que nadie se meta en mi camino intentando separarme de su lado. Aquel que se atreva firmará con eso su sentencia de muerte. Sin distinción alguna.

Me da igual si Christopher no apoya que esté con su hija, si Alyssa se corta las venas en un arranque de locura o si el mismísimo Petrov me incluye en la lista de “no gratos” por estarme cogiendo a la nieta. A ella no voy a renunciar ni después de muerto. Tampoco a todo lo que tengo planeado para nosotros. Hay demasiado en juego, incluida mi propia cordura, como para cometer semejante estupidez.

Será un camino difícil de transitar y lleno de obstáculos pero la recompensa vale cada sacrificio que deba hacer y cada crimen que tenga que cometer.

No obstante, por el momento, prefiero disfrutar la relativa calma de los viajes que se aproximan en lugar de gastar el tiempo con pensamientos que carecen de sentido por ahora. Además, tengo una proposición de vital importancia que hacer antes de que emprendamos el recorrido así que es en eso en lo que me tengo que centrar.

Con mi mente puesta en lo que quiero y necesito, envuelvo con papel para regalo los libros que compré y repaso por décima vez con la revoltosa de cinco años lo que debe decir cuando llegue la hora indicada.

―Que ya sé lo que tengo que decir, grandulote, pero si sigues pidiéndome que lo repita lo voy a olvidar ―protesta y una vez más me obliga con eso a darle una chocolatina para que colabore.

―Ya te dí lo que querías, Artemisa. Ahora, haz tu parte y deja de joder. Recuerda que esto tiene que salir a la perfección para que sigas recibiendo chocolatinas de contrabando ―amenazo sintiendo una sensación desagradable que preferiría no experimentar mas la vida es cruel y a todos nos toca sentirnos nerviosos en algún momento.

―Eso es trampa ―gruñe cruzándose de brazos. ―Me voy a quejar con mi tata ―me desafía dando media vuelta como damisela ofendida.

Lastima que lo suyo es puro dramatismo y esa pose le dura poco.

―Adelante, enana latosa. Ve y cuéntale a tu hermana que gracias a mí estás rompiendo la regla que te impuso de no comer más de tres chocolatinas al día. Dile lo que quieras, a fin de cuentas, es tu palabra contra la mía y yo tengo pruebas de tu chantaje, pequeña revoltosa ―alego sacando mi as bajo la manga.

Raya lo infantil mi conducta en este instante pero es lo que toca. Y que se dé la vuelta para regresar enfurruñada a continuar con la “práctica” es señal de que, incluso teniendo cinco años de edad solamente, es perfectamente capaz de darse cuenta de la situación en la que se encuentra. Una palabra mía y tendría que decirle adiós al chocolate y hola al castigo. Por eso, su mejor opción es cumplir con su papel.

―Cuando seas novio de mi hermana, ¿vas a seguirme dando chocolates? ―Indaga tomando la caja de terciopelo que en su momento a Atenea le debe entregar.

No respondo su pregunta y le indico que repita una vez más las palabras que le hice memorizar. Lo hace a la perfección. Y así sucede varias veces más hasta que falta poco menos de una hora para que sean las siete de la noche. La hora que he elegido para hacerle mi proposición a la capitana.

Peligrosa Atracción [Próximamente en físico y ebook]#PGP2024 #POFG2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora