Capítulo 28

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Atenea

No pensé dejar avanzar tanto las cosas con Maximilian pero la situación se escapó de mi control.

Perdí el dominio sobre mí misma en el momento en que sus ojos chocaron con los míos cuando me agarró de la cintura y después de eso no pude pararle. Fue imposible.

No voy a fingir que me obligó a algo, eso sería demasiado hipócrita. Tampoco voy a decir que no me gustó lo que sucedió entre los dos porque follar aquí, rodeada de mi dinero y armas, fue una de mis fantasías desde el primer día que entré a este lugar pero cuando decidí traer al comandante no tenía en mente que la hiciera realidad. No mentira cuando le dije que este es el único lugar en el que tengo plena confianza para hablar sobre cualquier tema y, en un inicio, solo lo traje para eso. Sin embargo las cosas se salieron de control y gracias a ello desde que se le pasó el período post orgásmico se pasea por la habitación en modo indígena escudriñando cada cosa que ve.

Lleva tanto rato haciendo lo mismo que me crispa los nervios porque una cosa es que le haya traído aquí, dejado que me cogiera hasta dejarme exhausta y sin saber ni la hora qué es, y otra muy distinta es que esté fijándose en cada detalle de mi santuario y toqueteando cuanta cosa ve que le interesa o llama la atención pensando que lo que hicimos le da derecho a ser tan curioso y que por estar tan cansada no me voy a dar cuenta.

Ni permiso pidió el muy cabrón pero voy a dejar para otro momento el regaño porque ni con todo el sexo he olvidado el motivo original de su presencia en mi casa ni la plática sobre Artemisa pendiente. Con eso en mente me levanto del sofá donde hasta ahora me encontraba acostada y voy hacia la pequeña cómoda que está dispuesta a un lado del sofa-cama que esta oculto en medio de la habitación entre decenas de cajas repletas de armas, dinero y algunas otras cositas.

―Eres consciente de que tenemos que hablar todavía, ¿verdad? ―Pregunto hablando alto para que pueda escucharme.

Justo ahora ni siquiera logro ubicarlo en mi campo de visión pero no me preocupa del todo porque aunque esté metiendo las manitos donde no debe, sigue aquí dentro y, siendo clara, de aquí no podría salir sin mí ni aunque quisiera porque solo mi voz, mi retina, mis huellas dactilares o el código que solo yo sé permiten la salida del santuario, como lo he bautizado.

No obtengo respuesta a mi pregunta pero mientras busco en una de las gavetas algo para ponerme escucho pasos que se acercan. No necesito voltearme para saber que es él, el cosquilleo que inmediatamente en mi cuerpo se inicia es confirmación suficiente.

Sigo con mi búsqueda hasta que hallo una bata de seda negra y no me lo pienso dos veces antes de ponermela para cubrir mi cuerpo con ella porque si quiero que Maximilian y yo realmente hablemos, en lugar de irnos por las ramas, lo mínimo que puedo hacer es intentar estar medio decente.

―Sabes que una bata no me va a detener si te quiero volver a coger, ¿cierto? ―Sin previo aviso siento una de sus manos en mi cuello acercándome a él, provocando que mi espalda choque con su torso. ―Más bien todo lo contrario ―susurra en mi oído. ―El negro me pone muchísimo, Atenea ―revela y acto seguido muerde el lóbulo de esa oreja.

«No me lo hace nada fácil.» Maldito lujurioso.

La cercanía no tarda en hacer estragos en mí y en él tampoco. Su erección me roza la parte baja de la espalda y daría lo que no tengo por ser unos centímetros más alta para sentir esa fricción en mi culo. Las ganas se me suben a la cabeza y el deseo me nubla la mente lo cual empeora en el preciso momento en que usa la mano que tiene libre para toquetearme un pecho por encima de la fina tela sabiendo perfectamente el efecto que tiene en mí que me manoseen las tetas.

Yo no quiero caer, de verdad que no, pero él me lo complica todo.

No entiendo cómo en unas horas hizo que mi cuerpo respondiera tan bien a su toque. Nunca me había pasado algo así con nadie.

Peligrosa Atracción [Próximamente en físico y ebook]#PGP2024 #POFG2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora