Capítulo 43

221 28 8
                                    

Alex

Desde que nació Artemisa supe que el día que Atenea se enterara de su existencia algo en ella cambiaría. Solo que jamás imaginé cuánto. Ver cómo la trata, cómo la mira y cómo le habla me hace dar cuenta de lo equivocado que estuve al pensar que no la querría debido a las circunstancias. Sin embargo, reconozco mi error y quiero enmendarlo, explicarle mis razones pero desde ayer evita mi presencia como si fuera un leproso. No la culpo porque fallé, traicioné la confianza que tanto tiempo me tomó ganar, y ahora sufro las consecuencias aunque no niego que me gustaría que me escuchara y perdonara a pesar de lo descabellado que eso es teniendo en cuenta cómo es ella.

Mi sobrina es tan rencorosa como la diosa de la cual lleva el nombre, de eso no me queda duda alguna después de haber vivido con ella durante tantos años. No obstante, estoy casi convencido de que en algún momento querrá hablar, así sea solo para hacer reclamos sobre todo lo que le es escondido, y esa será mi oportunidad o al menos eso espero. Tratándose de mi sobrina es imposible dar algo por seguro. Atenea es impredecible, tanto que nunca sabrás si te va a amar o te odiará y mucho menos si te dará una segunda oportunidad o te eliminará de su mundo. Es así desde que la conocí y lo seguirá siendo, de eso sí estoy totalmente seguro.

Lo único que puedo hacer ahora es esperar y eso hago contemplando el paisaje desolado sentado en una mecedora en el balcón de la habitacion que me asignó el británico Pierce hasta que intempestivamente la aparente calma es interrumpida.

—Presidente —escucho que alguien a mi espalda murmura. Me giro buscando al portador de la voz y no me sorprende que sea él ni que esté a dos metros de mí sin que le haya escuchado entrar. —Ella quiere verlo en su despacho —anuncia con seriedad y casi puedo ver en sus ojos el reclamo.

Me pongo de pie y camino hacia el interior del dormitorio pasando a su lado sin detenerme hasta que estoy frente al espejo de cuerpo entero donde detallo mi figura y rostro por unos instantes antes de suspirar sonoramente ante la acusadora mirada del coronel. Abotono los gemelos de la camisa color gris del traje que desde ayer tengo puesto, debido a que ni tiempo de hacer una maleta con ropa me dió mi sobrina; busco mi móvil para ver la hora dándome cuenta de que estuve más de tres horas mirando a la nada y antes de abrir la puerta busco a Pierce con la mirada.

—Dilo —espeto ya cansado de su mudo reproche.

Me observa sin ninguna expresión en el rostro, pasa por mi lado y cuando creo que no dirá nada lo hace.

—Podría reclamarle mil veces por su estúpida decisión pero de eso ya se encargará Atenea así que solo diré una cosa: es usted el presidente más suicida e idiota que he conocido. Le deseo suerte tratando de conseguir el perdón de su sobrina, presidente Martinez —suelta sin anestesia para luego desaparecer detrás de una de las múltiples puertas del pasillo.

Sé que tiene razón pero no permito que me afecte. Medito lo que diré y pienso en cada posible escenario mientras avanzo paso a paso hasta llegar a la habitación que mi sobrina usa como despacho y centro de operaciones en esta casa cuya ubicación es totalmente desconocida para mí. Una vez estoy frente a su puerta toco un par de veces antes de escuchar su voz indicándome que puedo pasar y al entrar puedo percibir claramente la fría hostilidad que emana de su ser.

—Sientate —ordena y obedezco sin rechistar. —Tienes tres minutos para convencerme del por qué debería dejarte vivir después de lo que hiciste y si no lo haces ya sabes qué pasará contigo —informa con frialdad mirándome fijamente y puedo decir que esta no es la Atenea que yo conozco.

Esta versión es mucho más despiadada, fría y cruel que cualquier otra que haya conocido y, aunque sea le temo, soy consciente del peligro que representa asi que analizo bien mis siguientes palabras antes de pronunciarlas.

Peligrosa Atracción [Próximamente en físico y ebook]#PGP2024 #POFG2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora