Capítulo 9

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Maximilian

Las revelaciones de la noche de ayer me hicieron entender muchas cosas a las cuales antes no les hallaba explicación o era una explicación errónea. Incluso llegué a pensar que la razón por la que mi capitana tenía tantos privilegios era porque el ministro se la tiraba. Nunca pasó por mi mente el parentesco de ambos si bien es cierto que Atenea tiene un nivel de vida por encima de las posibilidades de alguien de su rango militar aunque pudiera deberse al tío.

No obstante lo descubierto no cambia el hecho de que sea mi subordinada y no al revés. Eso me propongo que el ministro lo tenga claro y es la razón de que haya conducido a media mañana rumbo al Tiergarten. Además de averiguar si todo se mantiene como antes.

Aparco la Ducati en la calle fuera de su edificio y casco en mano voy hasta la recepción donde el portero me observa extrañado.

―Buen día ―saludo en español. Ya me he acostumbrado tanto a usarlo en el comando que rara vez hablo en alemán pese a ser mi lengua materna.

―Buen día, señor ―responde en el mismo idioma haciendo gala de un acento latino que no logro ubicar. ―Nunca lo he visto por aquí ―nota. ―¿A quién desea visitar? ―Cuestiona y me debato en el nombre a elegir.

―Atenea ―termino diciendo.

―¿Atenea? ―Frunce el ceño. Asiento en respuesta. ―La señorita Martínez no esta en casa ―responde y es mi turno de fruncir el ceño.

―¿Como que no está?

―No, no está. Puede dejarle un recado ―dice mirando hacia los lados.

«Miente»

―He hablado con ella antes de venir ―miento también y lo veo flaquear. Suspira antes de contestar.

―Lo siento, señor. Creí que era usted otro más de la lista.

―¿Otro? ―Interrogo no muy seguro de lo que significa.

―Otro de los ligues de la señorita ―aclara acercándose con aire muy confidencial.

―¿Tantos son que hay una lista? ―me intereso sin saber por qué.

El otro se ríe y creo que me tomaba el pelo por lo que endurezco mis facciones.

―No hay ninguna lista, era una expresión simplemente ―contesta. ―Pero son un montón de ellos ―cuenta. ―Lo eran antes de que se fuera de viaje ―rectifica. ―Todos algo de una noche o poco más a excepción de uno que sí ha venido varias veces ―comenta como si hablara del clima.

«Que joyita tengo por capitana»

―Muy buena la plática y un gusto haberlo conocido. Ahora, ¿me puede dejar subir? ―Lo corto recordando el porqué de mi visita.

―Oh por supuesto pero déjeme avisar primero ―acepta y cinco minutos después me conduce hacia un elevador que lleva directamente al interior del penthouse. Digita un código que memorizo «por si acaso» ―Suerte ―dice antes de dejarme dentro del ascensor y no comprendo el porqué de la palabra pero no me detengo a pensarlo.

Salgo de la caja de metal un par de minutos más tarde y lo que me encuentro es un recibidor lleno de obras de arte que cuestan millones de euros. Cuadros de Renault, Picasso, Da Vinci, Van Gogh y otros más que no conozco están colocados a lo largo de una pared. Además de una estantería con estatuillas de todo tipo incluido un perro de jade y la diosa de la guerra hindú que me detengo mirando pues como ese ejemplar hay pocos en el mundo y me sorprende que Atenea tenga uno de ellos también.

―Buen gusto, ¿cierto? ―Hablan a mi espalda.

―Cierto ―respondo girandome y detallando a la persona frente a mí. Es una mujer joven, morena de buen cuerpo que se encuentra vestida con unos shorts azules de mezclilla, blusa de tirantes y tenis del mismo color. «Vive aquí» ―¿Quién es usted? ―Pregunto con curiosidad.

Peligrosa Atracción [Próximamente en físico y ebook]#PGP2024 #POFG2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora