Capítulo 11

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Atenea

Ese momento en el que tus miedos se hacen realidad es lo más aterrador que existe. Tu vida se convierte en una total pesadilla de la que quieres despertar pero no puedes. Eso justamente es lo que estoy viviendo en estos instantes.

Maximilian me observa preocupado y no es para menos. Tomo un poco del agua dispuesta sobre la mesa en un intento por calmarme, no sirve de nada. Hago la bandeja a un lado y entierro mi cabeza entre mis manos. No sé qué hacer, decir o pensar.

―Atenea ―me llama y no respondo. ―Atenea ―repite. Sigo en silencio. ―Maldita sea, habla. Dí algo. No te quedes callada, joder ―exige dando un manotazo en la mesa. Niego aún sin mirarlo. ―¿No quieres hablar? ―Pregunta y vuelve a hablar sin darme tiempo a responder. ―Bien, entonces levanta el trasero de esa silla y camina ―ordena consiguiendo que lo mire no muy segura de lo que quiere lograr.

Me levanto lentamente y casi no me da tiempo de meter mi móvil en un bolsillo del pantalón negro de la milicia cuando me empieza a llevar a rastras jaloneando mi mano izquierda. «Maldito animal» Siento la mirada de todos sobre mí y y soy consciente de la cantidad de chismes de pasillo que esta escena va a generar pero me vale mierda. Tengo preocupaciones más importantes. Salimos de la cafetería, pasamos de largo por el edificio administrativo y en el momento en que diviso el campo de entrenamiento me paro en seco.

―¿A dónde mierdas me estás llevando Maximilian? ―Le increpo cuando voltea a ver por qué me detuve.

―Al campo de entrenamiento ―responde con simpleza ganándose una mirada confundida de mi parte. ―Ya verás por qué te llevo ahí.

―Si me pones a ejercitarme después de almorzar te juro que no la cuentas ―advierto jalando mi mano para que la suelte. Me cruzo de brazos.

―Tranquila, capitana. La idea no es esa así que muevase ―espeta y no me queda más opción que seguir al maldito refunfuñando. Lo que menos quiero es estar aquí. ¿Acaso no se da cuenta de la gravedad de lo que pasó? «Qué difícil es ponerse en mi lugar, por Dios» Suspiro.

Al llegar al perímetro del campo me encuentro con una situación que no esperaba y no puedo evitar que las palabras salgan de mi boca en forma de preguntas.

―¿Por qué estamos aquí? ¿Por qué ella esta ahí? ¿Qué te traes con esto eh?

Niega con la cabeza y señala con la cabeza hacia la persona que ahora corre alrededor de la pista.

―¿La ves? ―Asiento. Claro que la veo. Es imposible pasar por alto a la única persona que está haciendo ejercicio en pleno mediodía por muy nublado que esté el cielo. ―Te dije que el narco sabía que eras una infiltrada ―hace una pausa ―pero no te he dicho aún como fue que se enteró ―continua dejándome doblemente confundida.

Lo observo sin entender nada. No logro pillar que relación tiene el hecho de que Alyssa esté corriendo con lo de Luis. Y menos por qué me trajo a este sitio.

―¿Podrías ser mas explícito? No entiendo una mierda.

Emite un suspiro como si se estuviera quejando internamente.

«¿Ahora qué hice?»

―Pareces niña chiquita, Atenea. Todo hay que explicartelo como si tu misma no pudieras deducirlo ―se queja y ruedo mi mirada al cielo gris.

―¿Qué quieres que te diga? Tengo el cerebro hecho papilla desde lo que me dijiste. En estos momentos me dan ganas de meterme en un agujero y no salir. No sé qué hacer, decir o pensar respecto a lo de Luis. El entrenamiento de la academia no me sirve para un carajo en este caso porque nadie nos enseña a enfrentar nuestros propios miedos y el que él supiera sobre mí antes de refundirlo en la cárcel era uno de mis mayores temores aunque ni yo misma sepa por qué si de todos modos se enteraría en el juicio. Esa es la verdad. Por eso reaccioné de la manera en que lo hice cuando me lo dijiste. A eso súmale el hecho de que no me explico de que modo se enteró si se supone que está aislado ―suelto de golpe desahogándome con mi mirada puesta en el horizonte.

Peligrosa Atracción [Próximamente en físico y ebook]#PGP2024 #POFG2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora