Capítulo 9

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DANIELA

La fiesta siguió hasta más tarde. Y cuando se hizo de noche, ya quedaba menos gente. Pero casi todos los que habían estaban bebidos. Incluida yo. Y Jaden. Y Maya, Amelia, Henry y Alex.

Ahora mismo estábamos sentados jugando a un juego raro que alguien se había traído.

Eran unas tarjetas. Y consistía en sacar una, leerla, y decid a quien le encaja más esa frase de todos los que haya ahí. El juego era aburrido según ellos, así que añadieron el detalle de que, si te nombraban, tenías que beber.

—Alguien que se case primero —lee uno.

La mayoría señaló a Maya.

—¡Ni siquiera tengo novio!

—Pero eres muy cursi —se burla Alex.

A Maya no le quedó otra que beber.

—Siguiente. Alguien que se enfade por razones estúpidas.

Todos los dedos se dirigieron de golpe hacia mí.

—¡Eehh! ¡No seáis mentirosos! —protesto.

—A beber —me ordena alguien.

Pues tampoco me quedó otra, así que bebí.

—Alguien que olvide los cumpleaños —lee alguien.

Todos señalamos a Henry.

—No me voy a quejar, porque es verdad —se encoge de hombros y bebe.

—Alguien que esté tranquilo todo el tiempo.

Señalamos a Alex, y este bebió sin preocupación.

—Alguien que probablemente se comería su pastel de cumpleaños entero solo.

Señalamos a Javon mientras nos reíamos.

—¡Ehh! ¿Por qué yo?

—Porque tú lo harías —Jayla se ríe.

Javon bebió y puso una mueca de asco con la bebida.

—Alguien que será la/el loca/o de los gatos.

Absolutamente todas las manos se giran hacia Amelia. Hasta ella misma se estaba señalando.

—Para que decir que no, si sí.

Después de jugar un rato todos se quedaron a su rollo. La mayoría de nosotros estábamos un poquito... ¿"borrachos"?

—¡Danielaa! —veo a Jaden corriendo hacia mí.

Esta vez no me dio tiempo a protestar. Simplemente me empujó al agua y se tiró después.

Cuando salí, lo hice riéndome.

—En otra ocasión te hubiera partido la cara, pero tengo tanto alcohol dentro que no puedo enfadarme —admito.

—Ya somos dos.

No me había dado cuenta hasta ahora, pero éramos los únicos en el jardín. Estaban todos dentro.

—Que frío —dije, pero no me moví.

Nos quedamos relajados, sin hablar. En un silencio extrañamente cómodo.

Después de un rato en silencio, él habló.

—Ahora que estamos solos y no tienes ganas de darme un puñetazo... Creo que deberíamos hablar de lo que pasó antes de que... bueno. Rompiéramos.

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