63 ¿Dime que quieres?

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Guillermo se veía abrumado por una avalancha de temores que le resultaba difícil controlar. La situación había alcanzado un punto de quiebre, ya no podía soportarlo más. Era consciente de que necesitaba tomarse un tiempo para reflexionar y encontrar la forma de lidiar con sus miedos y emociones.

Se dirigió hacia la ventana de la habitación y se apoyó en ella, observando el horizonte con la esperanza de encontrar respuestas. Anhelaba descubrir la fortaleza necesaria para enfrentar lo que estaba experimentando y tomar decisiones que fueran auténticas y sinceras consigo mismo.

—Guille, por favor —dijo Lio, acercándose y besándolo suavemente

—Yo también siento mucho por ti, quiero estar contigo.

—Ya, Lio, no me hace bien estar aquí —el mexicano se alejó y entró al baño.

Guillermo necesitaba espacio y tiempo para procesar sus emociones y pensamientos. La intensidad del momento lo abrumaba, y buscaba un respiro en la privacidad del baño.
El mareo envolvía a Guillermo, provocando una sensación abrumadora y desagradable. La habitación parecía girar a su alrededor, como si estuviera montado en una atracción mecánica.

Era una experiencia desestabilizadora que le hacía perder el control.

El mexicano luchaba contra las náuseas, sintiendo un nudo en el estómago y una tos intensa que se apoderaba de él. Todo en su entorno parecía hostigarlo, incluyendo la presencia del hombre al que ahora amaba. Sentía que no podía soportar estar más tiempo en ese lugar, necesitaba alejarse y encontrar un respiro para calmar sus emociones.

—¡Guille! —insistió Lio golpeando la puerta con fuerza— ¡Guille! Por favor, ábreme.

No hubo respuesta, lo cual hizo que Lio se pusiera aún más nervioso. Trató de calmarse, pero la ansiedad no le permitía encontrar la serenidad necesaria.

Sabía que no era conveniente salir y hablar con Karla o su esposa, quienes estaban involucradas en un momento íntimo.

Decidió intentarlo nuevamente.

—¡Guille! —exclamó dando otro golpe a la puerta— ¡Guille!

—Dame un momento —susurró Guillermo en voz baja, casi inaudible para Lio— Lárgate —añadió con determinación.

—Guille, por favor. Permíteme entrar, podemos aclarar las cosas. Podemos estar bien los dos juntos.

El mexicano, aún sintiéndose incómodo, decidió abrir la puerta para permitirle el paso a Lio. Aunque seguía inseguro, pudo reconocer la sinceridad en la intención del delantero.

Se puso de pie y, con cautela, abrió la puerta para dejarlo entrar.

—¿Qué quieres, Lio? —preguntó Guillermo, buscando claridad en medio de la confusión.

—Ya te lo dije, quiero estar contigo —respondió Lio con determinación.
Guillermo suspiró, sabiendo que no podían ignorar los sentimientos que compartían, pero también consciente de las complicaciones que eso implicaba.

—No podemos simplemente ignorar todo y seguir como si nada pasara —expresó Guillermo con cautela— Hay muchas cosas en juego, Lio.

—Guille, no tenemos que renunciar a todo. Podemos encontrar una forma de estar juntos, de conciliar nuestras vidas.

Guillermo se quedó pensativo, luchando entre sus deseos y las dificultades que se presentaban.

—Está bien —dijo finalmente, tomando una decisión— Pero debemos ser cautelosos y considerar las consecuencias de nuestros actos.

Ríndete ante mi [MESSI X OCHOA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora