Susana
Aun no estaba muy segura si Reina era una aliada o una enemiga camuflada, el hecho era que me tenia hacia dos semana en una rutina de ejercicio desgastante en especial para mi que nunca en mi vida había hecho algo parecido. La primera semana fue soportable ya que solo se basaba en usar la caminadora y algunas lagartijas, pero todo empeoro esta semana que aparte de esa rutina sumo defensa personal en donde yo siempre terminaba en el suelo con algún hueso roto o como ahora que estaba manteniendo mi cabeza para atrás tratando de evitar el sangrado de mi nariz a toda costa.
- Santo dios Susana, te avisé que iba a atacar ¿Por que no me esquivaste?-
-¿Como si me hubieras dado tiempo? Acaso aun no notaste lo mala que soy para esto - Nos sentamos en suelo, para que ella pudiera revisar mi nariz, seria un milagro que no estuviera rota ya que la mujer frente a mi golpeaba como una boxeadora profesional-
- Amito que no tienes mucho talento para esto, pero nadie nació sabiendo. Por suerte no esta rota pero tendrás que ponerte hielo por un par de días y no podrás respirar normalmente por ella-
-Genial, por suerte las guardias no nos cobran el hielo, las pomadas, analgésicos y gasas que hemos pedido estos últimos días, si no tendremos que quedarnos algunos años mas solo para pagarles - Una carcajada sincera se le escapo y por un momento me hizo sentir bien como si no estuviera en el infierno y el propio satanás no estuviera detrás de mis huesitos -
-Es bueno que no pierdas el sentido del humor. Además esto solo es un avance de lo que te enseñare cuando estemos fuera de aquí -
-¿Acaso quieres convertirme en una asesina en serie? Eso no es lo mío solo con ver sangre me paralizo -
-Tranquila chica, solo aprenderás a defenderte y en especial a sobrevivir, te lo debó - Fruncí la boca ya que no era la primera vez que decía que me debía algo, cuando en realidad era yo quien le debía mucho pero cada vez que se lo aclaraba ella solo me decía que algún día me lo explicaría con mas detalle -
-Bueno aun tenemos una hora mas para usar gimnasio solo espero que me tengas algo de piedad - Le sonreí inocentemente y espere que al verme embarrada con sangre funcionara para mi cometido, pero no fue así-
-Bien, aremos una serie de veinte abdominales y otra serie de treinta lagartijas-Casi me hace llorar al escucharla-
Una hora después me dirigía hacia las duchas con todo mi cuerpo suplicando un analgésico. Reina había tenido que ir a atender una llamada telefónica a la oficina principal, seguramente seria su hermano. Aunque no solía hablar mucho de el sabia por ella que era el único familiar que le quedaba vivo.
Por el camino podía apreciar la mirada de lastima de las otras reclusas, era inevitable todos los días tenia algún moretón nuevo y con la reputación de mi compañera de celda era lógico que pensaran que yo era su saco de boxeo. Me parecía muy cómica la situación ya que todas murmuraban pero ni una sola se había tomado la molestia de acercarse a mi para preguntarme o por lo menos animarme un poco, agache la cabeza y sonreí para seguir mi camino.
Apenas divise la puerta de las duchas note una reclusa de esas que da miedo, su apariencia gritaba que me mandaría cinco metros bajo tierra si solo la miraba, así que solo aprete la toalla que tenia colgada en mi brazo y agache la cabeza para pasar lo mas lejos posible de ella.
Lo extraño fue que sentí su mirada en mi como si intentara acercarse, no era normal llamar la atención de las otras mujeres y eso hizo que mi cuerpo se pusiera en alerta. Reina, había sido muy especifica en detallarme lo que podría pasarme si me descuidaba con algunas de las reclusas si no estaba atenta. Aunque ellas creían que yo era la mascota de mi compañera y habían códigos de no tocar lo de la otra, nunca se podía estar segura de que no lo intentarían.
Cuando ingrese a las duchas mire la puerta que deje atrás y se cerraba lentamente, casi llegue a gritar al ver la mano que impidió que se cerrara completamente y maldecí por no esperar a Reina en la celda.
-Pero mira la belleza que tenemos aquí - La palabras de reina llegaron a mi " Cuando el encuentro ya es inevitable no bajes la cabeza y no demuestres que estas acojonada aunque sepas que tienes la de perder con tu oponente" Así que la mire fijamente y sonreí para luego contestar -
-Pues gracias por el cumplido ¿En que puedo ayudarte?- Ella empezó a reír sin control como si hubiera hecho el mejor chiste del mundo, dejándome confundida-
- Lo siento, no esperaba esa respuesta -Dijo mientras se limpiaba las lagrimas que habían salido por el esfuerzo de reír - Realmente por la descripción que me dio ese abogaduchó pensé encontrarme con una gatita asustada, grande fue mi sorpresa-
-¿De que hablas?- Ella dejo de mostrarme esa fila de dientes amarillentos que me había dado hasta ahora y se puso seria-
- Te traigo un mensaje de Adam - Retrocedí por puro instinto- Tranquila solo me dijeron que te entregara esto y te avisara que si no aceptas la visita del viernes la próxima es tu abuela- Tome el papel en su mano que parecía un recorte de diario-
Cuando leí el encabezado todo mi cuerpo comenzó a temblar y solo quede un segundo en blanco tratando de analizar.
-Algún problema por aquí - La voz de reina se escucho amenazante en todo el espacio-
- No solo estoy ganándome un dinero pero no la toque, me retiro-
La mano en mi hombro de mi compañera me daba pequeños apretones como esperando que hablara pero solo pude presionar el recorte del periódico en mi pecho cuando sentí como mis piernas perdieron fuerza y caí en las frías baldosas. Reina tomo el papel y lo leyó en voz alta.
Tragedia en conocida carretera de Italia, la conocida Irma Montesdeoca sufrió un accidente mortal en su auto, se sospecha que conducía alcalizada
-Maldición- Susurro-
-Fue el - Conteste en el mismo tono- Fue el, no le basto con mi padre y arruinarme la vida ahora mato a mi madre y va por mi abuela - Me apoye en su pecho y cerré los ojos esperando que fuera un sueño y cuando abriera los ojos nada hubiera cambiado-
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Prepárate para mi venganza
RomanceSusana Montesdeoca joven empresaria con una vida sencilla, queda atrapada en los engaños de su prometido, siendo arrastrada a lo más oscuro y perverso de una venganza. -¿Por qué a mí? Yo nunca te dañe- Las lágrimas caían por el rostro de Susana si...