16. Chico malo

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16. Chico malo


Ilay


Lara me va a volver loco.

Me fastidia verla andando tan tranquila, agarrando la correa del perro tan normal mientras que yo voy incomodísimo por la erección que se me aprieta en los pantalones. Lo que ha pasado hace unos segundos en el coche no era algo que tuviese planeado. Quería provocarla en el lago, no que me provocase ella a mí al llegar a casa. He de admitir que me he perdido un poco, porque no quiere nada, me niega incluso un mísero beso, pero ha permitido que cuele la mano entre sus piernas sin inmutarse. Si ella se deja, yo voy a tomar todo lo que pueda.

No voy a negar que me frustra que me haya hecho la cobra ya tres veces, pero está haciendo que esto sea muy interesante.

Antes de que se acabe el verano, voy a conseguir mucho más que un beso.

Abro la cancela pequeña de la urbanización y la dejo pasar antes para cerrar tras de mí; ella me espera y el perro incluso se sienta.

Camino a su lado en dirección a nuestras respectivas casas, frustrado porque el día se acaba y se me ha hecho demasiado corto, aunque me lo he pasado muy bien. Me pican las manos por las ganas que tengo de tocarla, de invitarla a mi habitación y terminar lo que hemos empezado en el coche, pero ella y su ego de mierda no cederían. No sabe lo que se pierde, pero lo descubrirá.

Nos detenemos al llegar, luce incómoda, supongo que por la despedida. El perro también debe olérselo porque se altera y se me echa encima.

—¡Taro!

—Nos vamos a ver pronto, grandullón —le digo al animal mientras me limpio con el dorso de la mano el rastro de babas que deja en mi cara cuando me agacho un poco. Mi vecina tira de la correa para separarlo y lo obliga a sentarse. Así en plan mandona me hace gracia, no tiene ningún tipo de autoridad.

—Bueno... —murmura mirándome, esperando a que yo me despida. Me divierte el descaro que tiene para unas cosas y la vergüenza para otras.

—¿Te apetece hacer algo mañana? —le pregunto directamente. Me mira con sorpresa y frunce el ceño, aunque una sonrisa amenaza con romper su expresión seria.

—¿Vas a joderme todo el verano?

—¿Tienes algo mejor que hacer? —rebato, no puedo contener una sonrisita arrogante que aumenta cuando ella niega—. Perfecto, pues paso directamente a buscarte.

—Puedes gritar por la ventana —bromea ella y se aparta el pelo del rostro en un gesto tan delicado que me quedo atontadísimo mirándola.

—Claro —digo reponiéndome unos segundos después y proceso la tontería que acabo de decir—. Digo no, mejor paso por tu casa, a ver si tu madrastra hace galletas.

La vecinita rueda los ojos en un gesto que me gusta y que se vería ardiente desde otro ángulo.

—Si Lorena te abre la puerta, ni se te ocurra entrar a mi habitación sin llamar.

Una sonrisa tonta tira de mis labios.

—No prometo nada.

Se molesta. Su ceño se arruga y su rostro toma una expresión de fastidio que me parece divertida.

—Pues nada. Ha sido divertido, pero aquí acaba todo —dice encogiéndose de hombros con indiferencia y echa a andar hacia la puerta de su casa.

Quiere que la persiga.

Ni siquiera voy a fingir que me fastidia esto, porque se me escapa una sonrisa.

La sigo y agarro su brazo, haciendo que se detenga en seco. Está sonriendo.

Letras para él [✔️] |Canciones de verano 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora