09. La vecinita

498 42 12
                                    

09. La vecinita


Ilay


—¿Y no se te ha ocurrido preguntarme antes de ponerme en un compromiso?

—Solo son quince días. ¿Tanto te cuesta?

He vuelto a este sitio para desconectar y relajarme, pero parece que mi madre eso no lo entiende.

—Sí, me cuesta —resoplo y me dejo caer sobre la esterilla en la que estaba haciendo los abdominales. Prefiero mil veces el gimnasio, pero de momento tendré que apañarme con lo que tengo, que es la esterilla de yoga de mi madre.

—Querías una piscina, y yo te he buscado una. Además te van a pagar y vas a poder socializar —argumenta intentando convencerme. Sé que su intención ha sido buena, pero debería habérmelo consultado primero.

—No voy a socializar, voy a pasarme las tardes evitando que los niños se ahoguen por estar dándose de hostias en la piscina —mascullo. Mamá me mira mal y sé lo que va a decir antes de que lo diga, así que lo hago por ella en tono de burla—. Habla bien.

—Habla bien —dice a la vez y su ceño se pronuncia con molestia. Se acerca y se lleva los brazos a la cadera. Yo sonrío divertido por su reacción.

—No voy a hablar bien porque no me sale de los cojones y ya no tengo diez años, mamá —le digo con voz cansina, pero un tonillo divertido se me filtra. Sé que le molesta que diga palabrotas, pero a mí me ha molestado que me haya buscado trabajo en verano, así que me tengo que cobrar una pequeña venganza. No suelo ser muy mal hablado, pero voy a hacer un esfuerzo para fastidiarla un par de días.

—Menos mal que en julio por las tardes no voy a tener que escucharte hablar por esa boca sucia que tienes —dice con una ligera sonrisa y yo no puedo evitar reírme. La relación con mi madre siempre ha sido bastante sana, cuando era un adolescente rebelde teníamos nuestros choques, pero eso quedó atrás hace mucho.

—Mala madre —farfullo de broma y me dispongo a hacer la última serie de abdominales. Llevo un par días sin hacer nada de ejercicio y no quiero que eso me acabe pasando factura.

—Podrías aprovechar y decirle a Lara que vaya contigo; seguro que con el calor que hace le parece un buen plan —comenta mi madre mientras yo hago el ejercicio y me detengo en seco con la espalda apoyada en la esterilla y el ceño fruncido. Sé lo que está haciendo, y no quiero que lo haga.

—No hagas de Celestina, mamá. No te pega —añado con reproche. Ella resopla, pero no puede pretender meterse en relaciones ajenas cuando no supo ni cómo mantener la suya. Sé que su intención es buena, pero no. Además ni siquiera quiero algo serio con Lara. Podemos pasar un buen verano y salir ganando los dos, porque está claro que a ella le hace mucha falta un buen polvo y yo le tengo ganas, pero no va a haber nada más. Una bonita amistad con derechos si ella quiere.

—Solo creo que haríais buena pareja; de pequeños erais buenos amigos y...

—Éramos eso, amigos —recalco con fastidio y comienzo de nuevo con la última serie de abdominales. Mamá se queda en silencio, seguramente me está mirando mal, pero no le presto atención porque me centro en contar los abdominales para no tener que empezar de nuevo. Cuando termino, mamá habla y yo me tapo la cara con los antebrazos, ocultando lo frustrado que me siento ahora mismo.

—Lara es una buena chica.

—Todas lo son cuando les interesa algo —repongo de mala gana. Mamá se ofende y no dice nada más. Se va dentro de la casa y yo me quedo en el patio, sentado en la esterilla replanteándome toda esta mierda.

Letras para él [✔️] |Canciones de verano 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora