36. La primera

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36. La primera


Estoy nerviosa, pero decidida. Voy a fingir ser valiente hasta que lo sea.

—Cuéntame —pide con una sonrisa ladina y con mi cabello aún en su puño. Esto me excita más de lo que me gustaría reconocer.

—Puedo hacerte una demostración —murmuro llevando mis manos a la cintura de su pantalón y le miro esperando aprobación por su parte, pero niega dejándome perpleja.

Cuando suelta mi pelo y se aleja dejándome ahí sentada procuro no evidenciar la desagradable sensación de rechazo, pero es difícil.

—Has dicho que querías probar la cama —dice de espaldas a mí mientras mira algo en el móvil, yo asiento de forma inconsciente antes de verbalizarlo.

—Eso he dicho...

Le miro curiosa cuando se acerca, me hace un gesto para que me eche a un lado y se acuesta en la cama arrastrándome sobre él.

Protesto sorprendida, pero no hago ni el amago de apartarme, de hecho apoyo mi mejilla en su pecho caliente y dejo caer la mano sobre su abdomen, aprovechando para tocar un poquito. Lo tiene duro y marcado.

Siento sus dedos en mi hombro sobre la camiseta.

—¿Te has echado la crema? —cuestiona con un tono ligeramente demandante y espera hasta que asiento para deslizar su mano sobre mi espalda en descenso y con mucho cuidado para poder colarla por debajo de mi camiseta—. Buena chica.

Mi corazón se desboca cada vez que esas palabras salen de su boca dirigidas a mí.

Me sube la camiseta y sus dedos se deslizan de forma muy superficial por mi espalda y aunque lo noto, no me duele.

—Miriam me ha ayudado y hemos estado hablando —le cuento para llenar el silencio. Puedo sentir los latidos pausados y rítmicos de su corazón directamente en mi oído—. Ahora para ella también eres el chato —le cuento para fastidiarle y me siento satisfecha cuando lo escucho resoplar.

—Bueno, ni siquiera me gustaba mi nombre.

Por su tono juraría que habla en broma, pero aun así no contengo mis pensamientos.

—A mí me gusta. Tu nombre es bonito.

Alzo el rostro para encontrarme con la mirada del vecino, juro que sus ojos se ven más oscuros.

—Va a sonar bonito cuando lo gimas —murmura sonriente y algo en mi interior se contrae, pero ni siquiera tengo tiempo de procesarlo y alarmarme porque su mano pellizca mi costado, haciéndome respingar.

Me armo de valor. Ilay está que se muere de ganas al igual que yo, pero es un imbécil y quiere joderme, así que voy a llevar la iniciativa.

O lo voy a intentar al menos.

He venido con un objetivo y necesito saciar mi curiosidad.

—¿Tú crees? —le pregunto usando el tono más sensual de mi repertorio y apoyo la mano en su abdomen de manera aparentemente distraída. Le paso las uñas en descenso hasta donde el pantalón de chándal lo permite.

—Chata —advierte con voz ronca y me toma por la muñeca deteniendo el movimiento de mi mano. Mi corazón también se detiene por un instante.

Mi mejilla sigue contra su pecho y puedo notar que su corazón se ha acelerado.

—Quiero hacerlo —pido con mis ojos clavados en los suyos. Él parece tener un debate interno, pero finalmente suelta mi muñeca.

Me toma algunos segundos retomar el hilo de mis acciones, pero para cuando me quiero dar cuenta, mi dedo está jugando con el borde del pantalón. No estoy muy segura de si esto es un inútil intento de provocarle o si tan solo estoy demorando la situación para aunar un poco más de valentía.

Letras para él [✔️] |Canciones de verano 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora