22. Compra y playa

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22. Compra y playa


Lara

Una caricia en la mejilla me saca del sueño. Ya no hay música, pero puedo escuchar una voz que odio admitir que me encanta.

—Vamos, Larita. En la cama vas a poder dormir todo lo que quieras.

Resoplo con exageración, ni siquiera hago el intento de abrir los ojos. Puedo sentir su mano grande y un poco áspera acariciando mi mejilla de nuevo, y yo me restriego contra ella buscando dormir un poquito más.

Como ha dicho Ilay, anoche me quedé despierta un rato más. Un rato bastante largo.

Me quedé con el calentón y me pareció una buena ocasión para buscar algún vídeo y tocarme un poco, hacía mucho tiempo que no lo hacía. Sé que la mayoría del porno no es realista, pero igual me llama la atención y creo que el que consumo sí que lo es.

Ayer puse un vídeo de una pareja de la cual he visto varios vídeos y no llegue a tocarme porque me deprimí a lo bestia.

El chico era brusco con ella, agarrándola del cuello y escupiéndole, pero luego la abrazaba y le daba besitos mientras le quitaba el pelo de la cara y le daba duro.

Yo quiero algo así.

Estaba viendo el puto vídeo y solo podía pensar en lo mucho que quiero hacer esas cosas y la cantidad de folladas que me he perdido a lo largo de estos años.

No quiero que sean más, quiero vivir eso, quiero sentir ese placer y cariño.

Y empiezo a pensar que esperar al supuesto amor de mi vida o la supuesta vez perfecta es realmente una gilipollez. Pero por otra parte llevo esperando tantos años que sería como tirarlo todo por la borda. Aunque dicen que una retirada a tiempo es una victoria, ¿verdad?

La vida ha vuelto a poner a Ilay en mi camino, y no voy a negar que me he imaginado cómo sería hacerlo con él. Es brusco, y eso me gusta. Podría darme eso que he visto en os vídeos e incluso mejor.

Y yo quiero, realmente quiero, maldita sea.

—¿Quieres que te lleve? —pregunta sonando divertido. Mi primer instinto es asentir, pero tras pensarlo y reconocer sus palabras niego con prisa.

—Espera —pido aún con los ojos cerrados y trago, Ilay se ríe.

Le odio.

Busco a tientas el cinturón, pero parece que ni siquiera lo llevo. Las manos de mi vecino retienen las mías.

Me cuesta la vida abrir los ojos porque los párpados me pesan como dos putas piedras porque realmente me dormí muy tarde, pero cuando mi vecino tira de mis manos y entiendo su intención de cárgame, no me queda más remedio.

—Eres un imbécil —le digo con la voz ligeramente enronquecida y me aparto de él, su risa me deleita.

—Vaya, pero si se ha despertado la bella durmiente —comenta divertido y se apresura en pasar su brazo por mi espalda, asegurándome de que me mantengo estable porque literalmente tengo un sueño que me caigo.

—Gilipollas —bufo. Cierro los ojos unos segundos hasta que el vecino presiona mi espalda para hacerme andar y tengo que abrirlos para no comerme una señal o algo.

—Venga, que ya te han llevado las maletas y todo.

Respiro hondo, huele a playa. La costa tiene un olor muy particular, y llevaba demasiados años sin sentirlo.

Ilay me guía hasta el interior del apartamento donde Miriam ya está de un lado para otro con todas las cosas.

—Mira que te lo dije anoche, que hicieses el puto favor de acostarte pronto —me regaña. Es como papá, hace que me den ganas de pegarme veinte tiros.

Letras para él [✔️] |Canciones de verano 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora