11. Calistenia

511 40 7
                                    

11. Calistenia


Siendo sincera he de reconocer que me alegro de haberme atrevido. Ahora que ha pasado el momento de acojone estoy feliz y me siento muy orgullosa. Puede parecer una tontería porque es algo que puede hacer cualquiera, pero yo acabo de hacer algo que me daba miedo. Es un pasito adelante que me pone súper contenta aunque sea una tontería.

Ilay detiene la moto, no sé dónde estamos, pero creo que no hemos tardado mucho en llegar; o tal vez es que yo estaba tan cómoda que el trayecto se me ha hecho corto.

Ilay ha sido bueno y no ha ido demasiado rápido; supongo que no es tan gilipollas y ha entendido que me asustaba un poco.

Un poco, ja.

Me bajo de la moto rezando una vez más por las costuras de mis vaqueros y me quedo quieta mirando a Ilay. Ha estacionado en una zona adecuada para ello. Me mira y se acerca a mí, yo me quedo tiesa, mi corazón va de cero a mil en un segundo en cuanto siento sus manos en mi cuello. Ha retirado el pelo que sale del casco hacia atrás, rozando mi piel en el proceso. El gesto tan delicado me desconcierta. Me quita el casco con cuidado y yo lo único que hago es mirarle como una tonta mientras se lo cuelga del brazo y se saca el suyo, sacude un poco la cabeza alborotándose el pelo.

Las babas, que se caen.

Cierro la boca y aprieto los labios.

—¿Te has asustado mucho? —pregunta conteniendo una sonrisa y yo bufo.

—Tenía miedo de que condujeses igual que tocas la guitarra —repongo haciéndome la dura y me cruzo de brazos. Se le escapa una risa demasiado corta como para asegurar que ha sido real.

—Auch, eso duele —replica divertido y vuelve la vista hacia la moto, mientras me habla parece pensar en otra cosa—. En realidad se me da bastante bien tocar, pero esa canción no la he practicado mucho —se excusa distraído mientras mira alrededor.

—Ya, ya... Voy a hacer como que te creo.

El vecino vuelve a centrar su vista en mí con una sonrisa juguetona y yo mantengo los brazos cruzados fingiendo indiferencia.

—Ya te lo demostraré —asegura encogiéndose de hombros y se acerca a mí. Me sobresalto cuando pasa su mano libre sobre mis hombros con confianza, en la otra lleva los cascos—. Espero que no me roben la moto, mi madre cogió el seguro y no sé dónde mierda lo ha dejado —bufa haciéndome reír.

—Pobrecito —me burlo de él mientras camino siguiendo su ritmo sin saber a dónde. Dejo de respirar y me tenso por completo cuando su mano rodea mi cuello por delante, su brazo pesa sobre mis hombros.

—Me estás provocando demasiado, chata —murmura acercando su rostro a mi oído y se separa un poco; su mano no aprieta, pero se mantiene firme en mi cuello mientras yo continúo caminando ahora en silencio. Mis hormonas están chillando, corriendo y estrellándose unas con otras.

Hemos venido a un parque de estos para deportistas, hay barras a distintas alturas y algunas máquinas para ejercitar diferentes músculos.

—¿Qué hacemos aquí? —pregunto con el ceño fruncido. No hay gente, estamos solos, al menos de momento; supongo que con este calor no hay muchas ganas de hacer deporte y el sol no empezará a caer hasta dentro de un rato largo, aunque ya no hay tanto bochorno como cuando estaba ordenando la habitación.

Ilay me suelta y se acerca a una de las barras sin responderme. Deja los cascos en el suelo y mira la barra antes de colgarse dando un salto ya que está bastante alta. Yo le miro sorprendida.

Letras para él [✔️] |Canciones de verano 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora