12. La charla

497 39 4
                                    

12. La charla


El viaje de regreso se me hace mucho más corto que el de ida. Supongo que es porque ya no estaba acojonada, es más, estaba tan cómoda que no quería que se acabase.

Me cuesta bajar de la moto cuando llegamos, ni siquiera quiero separarme de mi estúpido vecino.

—Chata, ya hemos llegado —dice bajo. Respiro hondo con el pecho pegado a su espalda mientras siento su mano sobre mi muslo en una caricia lenta que acaba en un apretón, entonces me fuerzo a sepárame.

Bajo de la moto y me quito el casco mientras el vecino se baja. Busco las llaves en el bolsillo de mi pantalón y abro la puerta de la cancela grande para que pueda pasar la moto. Mi vecino me da un agradecimiento bajo y empuja el vehículo hacia dentro con el otro casco colgado del manillar. Cierro la cancela y apuro el paso hasta alcanzarle mientras me ordeno un poco el pelo con la mano. Abre la cancela de su casa y mete la moto al patio, yo espero fuera y él parece no darse cuenta, porque segundos después se asoma y me mira confuso.

—¿No quieres pasar? —Niego y le tiendo el casco de la moto, él lo agarra y se lo engancha en el brazo para salir y acercarse a mí—. Podemos tomar algo en el patio si quieres.

¿Por qué me parece tan malditamente tierno en este momento?

Debe ser por las endorfinas de haber ido en moto.

—Otro día, ahora mismo necesito darme una ducha —comento y ruedo los ojos al ver su sonrisa—. Sé que en tu casa hay ducha, pero me gusta la mía —me adelanto a decir antes de que él lo diga. Ladea la cabeza y se muerde el labio sonriente.

—Qué tonta eres.

—No me puedes negar que ibas a decir eso —digo segura.

—Algo parecido...

—Por cierto, no conduces tan mal como tocas la guitarra —comento para picarle. Tiene razón, esto de hacer que las personas se piquen es divertido.

—Bueno, viniendo de una miedica como tú supongo que es un cumplido.

—No soy miedica —bufo—. Ha sido la primera vez que me subo en una moto —admito. Ha sido bueno y no me ha hecho pasar un mal rato, supongo que está bien que se sienta un poco orgulloso si quiere de haber sido mi primera experiencia montando en moto y que no me haya horrorizado.

Sus facciones se suavizan.

—Gracias por haber confiado en mí.

Mi corazón se salta un latido.

—Ha estado bien —confieso inquieta y se me escapa una risita por puro nervio—. Bueno, ya nos veremos —murmuro sin saber cómo despedirme. Ilay asiente.

—¿Te apetece salir mañana?

Se me escapa otra risa nerviosa. ¿Quiero volver a salir con él? Sí, sin duda nuestra salida ha sido mucho mejor que pasarme toda la tarde durmiendo; además creo que me ha inspirado para escribir algo, pero no quiero pasar demasiado tiempo con Ilay. O realmente quiere compañía o cree que pasando tiempo conmigo voy a acabar en su cama. Tiene amigos y podría quedar con cualquier chavala, así que supongo que la opción correcta es la segunda. Me ha visto como un reto y quiere acostarse conmigo por eso, nada más.

—Tengo cosas que hacer —miento.

—Vaya... Igual si te apetece salir en algún momento, tienes mi número o me puedes pegar un grito por el balcón.

Me gusta demasiado su maldita sonrisa.

—Mejor lo del teléfono, hay vecinos chinchosos que se quejan si escuchan gritos —digo refiriéndome a él, y lo entiende porque enarca una sola ceja.

Letras para él [✔️] |Canciones de verano 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora