45. Nos escucho

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45. Nos escucho


Las manos de Ilay reparten caricias delicadas por todo mi cuerpo mientras nuestras lenguas bailan pegadas un vals lento. Las puntas de mis dedos presionan los músculos de sus hombros y pecho, apreciando su dureza. No me puedo creer que mis manos están sobre semejante chico. Pensaba que lo más cerca que podría ver en mi vida de un cuerpo así de trabajado sería en las pantallas. Sin embargo podría incluso pasar la lengua sobre él.

¿Por qué no?

Ilay gruñe cuando rompo el beso, sus manos se cierran sobre la carne de mi cadera. Deslizo mis labios por la piel de su cuello en descenso y, con una valentía que me sorprende, paso la lengua por su clavícula hasta su hombro. Su pecho vibra cuando emite una risa floja, acto seguido su mano engancha mi pelo y tira con brusquedad hasta que su boca cubre nuevamente la mía de forma exigente. No sé si todos los besos se sentirán igual de ardientes, si todas las bocas consumen de la misma manera.

Ilay se aparta de mí y pone sus manos sobre mis hombros para mirarme, o mejor dicho analizarme. Cuando esboza una ligera sonrisa sé que tengo el visto bueno. Lo veo alejarse hasta la mesita de noche y sacar un paquete plateado, no necesito que me diga lo que es, pero tampoco he tenido nunca ninguno en mis manos.

—¿Quieres hacer los honores? —cuestiona divertido. Titubeo. Me gustaría, sería el primero que tocaría, pero voy a hacerlo mal y se nos va a ir el calentón.

—No sé hacerlo —respondo pesarosa y fuerzo una sonrisa—. Mejor la próxima.

—Para la próxima vas a ser una experta —promete acercándose a mí y empujando mis hombros con lentitud hasta que mis pantorrillas chocan con su cama, entonces me presiona para que me siente y me tiende el paquete.

—Ilay... Vamos a tardar mucho y...

—Yo tengo todo el tiempo del mundo. ¿Tú tienes alguna prisa? —Su cabezonería me hace sonreír mientras niego—. Pues voy a enseñarte a poner un condón —dice estirando la mano con el paquete aun cerrado. Lo tomo con mano temblorosa y lo miro con curiosidad—. Tienes que moverlo hacia abajo para no romperlo al abrir el paquete —me explica. Hago lo que me dice y con los dedos muevo el contenido del paquete antes de abrirlo como si fuese un sobre de especias o azúcar. El vecino no dice nada, solo observa curioso mi reacción al sacar el preservativo del envoltorio. Es más o menos como un globo raro.

—Has dicho que puede romperse —digo mirándole con el ceño fruncido, sus labios se estiran en una sonrisa, pero a mí esto me preocupa.

Tranqui, Lara; sería demasiada mala suerte incluso para ti que se rompa el condón la primera vez que tienes relaciones sexuales.

—Nunca se me ha roto ninguno, pero es algo que recomiendan —comenta relajado—. Si te quedas más tranquila, la caja la compré hace poco y son de la mejor marca que hay.

—¿La compraste hace poco y ya la tenías abierta? —acuso frunciéndole el ceño. Debería darme igual que Ilay se cepille a otras, pero paso de que se lie con otras y después conmigo. No soy segunda opción de nadie, ni siquiera de él.

¿A quién quiero engañar? La idea de que el chato se líe con otras me enferma.

—Estaba abierta porque no quería estar en plan cachondo contigo y tener que parar para abrir la puta caja —comenta divertido y alarga la mano para apartarme el pelo de la cara. Yo resoplo. Acabo de quedar como una paranoica desconfiada.

—Hubiese dado igual. Igual vas a tener que espera a que entienda cómo se pone esta mierda —resoplo alzando el preservativo. La risa floja del vecino me reconforta un poco.

Letras para él [✔️] |Canciones de verano 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora