30. La chica buena

518 30 9
                                    

30. La chica buena


Ilay


No quiero volver a casa. Estoy disfrutando demasiado de este pequeño viaje, concretamente estoy disfrutando de la compañía de la vecinita.

Y de su cuerpo.

Hace ya un rato que hemos salido del agua. Ella ha llegado al orgasmo y diría que se ha quedado contentísima, yo no he llegado y me he quedado como una piedra, pero también estoy contento.

Estar con Lara me pone feliz, sin más.

Me ha costado mucho no meterle mano directamente, no quería excederme o que sintiese que abusaba de algún modo de ella. En este tiempo me he dado cuenta de que la vecinita piensa demasiado las cosas, y eso es malo porque puede acabar con esto antes de que empiece siquiera.

Por otra parte siento alivio porque seguro que le ha dado mil vueltas, y ha llegado a la conclusión de que quiere que nos acostemos. Es una nena lista que no se va a arrepentir.

Cuando ha estallado en placer la he obligado a mirarme, y joder; necesito esos ojos tácticos llorosos y mirándome desde debajo de forma urgente.

Sus ojos no son verdes, son marrones, pero no un marrón oscuro, sino uno claro y demasiado cálido que llama la atención. Además tiene una mirada muy inocente.

Me ha fastidiado cuando ha escondido la cara en mi cuello privándome de las vistas, pero no me voy a quejar porque sentir su respiración agitada y los pequeños espasmos de su cuerpo me ha calentado bastante. Nos hemos quedado así unos minutos, en silencio y abrazados esperando a que ella se recompusiera mientras yo me debatía si repetir, meterle mano directamente o ir a comprar una puta caja de preservativos.

Al final no he hecho nada de eso porque han venido su hermana y el novio con la pelota y nos ha tocado disimular que no ha pasado nada porque a Larita le ha dado una vergüenza de cojones a pesar de que en cuanto se queden a solas se lo va a contar a Miriam y ella se lo dirá a Iker.

En unas horas volveremos a casa y tendré que conformarme con ver a Lara desde la ventana y escuchar la música que ponga a todo volumen desde mi habitación porque sus cascos no van a estar a mi alcance.

Lo bueno es que allí tengo mi cama y pretendo tener a la chata sobre ella.

—Te vas a quemar —le digo a la vecinita cuando saca la cabeza del agua. Ha dicho que de pequeña sabía hacer el pino en el agua. Después de decirme que me aleje y amenazarme con que si no me alejo no me va a volver a hablar en la vida, ha intentado hacerlo y le ha salido medio medio. De eso hará una media hora y por lo menos cincuenta intentos cada vez más decentes.

—No seas pesado —replica limpiándose en agua de los ojos—. ¿Lo has visto? Me he quedado con los pies arriba —dice sonando orgullosa y yo asiento con una suave sonrisa. Lo hace con una sola mano porque necesita la otra para taparse mi nariz. Lo ha hecho una vez sin taparse a petición mía y siguiendo mi consejo; ha estado diez minutos quejándose porque se le ha metido agua en la nariz y le ardía.

—Quería contarte algo —le digo dudoso. En principio no iba a contárselo porque pensaba que si no lo sabía, había más posibilidades de que viniese; pero viendo que no sabe ni nadar, lo veo difícil.

—¿El qué?

Me mira curiosa, su cabello mojado se riza pegándose a los lados de su rostro. Me recuerda a cuando éramos pequeños, ella tenía el pelo casi por la cadera y siempre que estábamos en la piscina de su casa lo tenía pegado a la cara.

Letras para él [✔️] |Canciones de verano 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora