55. Algo bonito

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55. Algo bonito


Lara

Me estoy muriendo, no sé si de calor o aplastada.

Para rematar me duele la cabeza y tengo más sed que un náufrago.

Me toma un rato abrir los ojos a pesar de la sensación de ahogo y, cuando lo logro, la claridad de la habitación me molesta sacándome un gruñido.

Veo a Ilay, tiene los ojos cerrados y parece casi un chico inocente. No tardo en procesar que es él quien me está aplastando y en recordar que tengo también una manta encima porque anoche me dio frío.

Me muevo un poco con la intención de que Ilay se mueva también, pero sin despertarse, y funciona porque el brazo que me aplasta se desliza un poco hacia abajo, permitiéndome respirar de nuevo y destaparme un poco.

—Eres un coñazo —masculla el chico a mi lado. No es mi culpa que tenga él sueño ligero.

—Me estabas aplastando —mascullo en mi defensa. No le importa porque, tras resoplar, vuelve a echarme el brazo encima atrayéndome a su cuerpo.

Desisto, aquí tampoco estoy mal. Su fragancia masculina me envuelve, me quedo con la vista fija en su piel bronceada procesando lo que pasó anoche e intentando ignorar lo pastosa que siento la boca y que me palpita la cabeza de forma dolorosa.

Ilay no ha vuelto a dormirse, lo sé porque sus dedos están jugando con mi cabello.

La tranquilidad que me embarga cuando dormimos juntos es algo que voy a extrañar mucho si él se va. Prefiero escuchar su respiración pausada en mi oído a la voz de Lana del Rey, y eso es mucho. Su compañía es mejor que mi música favorita.

—¿Has dormido bien? —pregunta pasados unos minutos con una voz baja y ronca que golpea a todas mis hormonas. Si no estuviese tan resacosa, me echaría sobre él para empezar bien el día con un mañanero. Por un instante me siento tentada, pero un pinchazo me recorre la sien y la idea queda automáticamente descartada.

—Sí, aunque anoche me pasé bebiendo —mascullo—. Lo siento si te arruiné la fiesta —añado en un murmullo bajo. El cumpleañero haciendo de niñera, soy un desastre. Me comporté como una niña chica y no pillé un coma etílico de milagro.

—No seas tonta, fuiste lo mejor de la noche —Su pecho vibra cuando ríe.

—No voy a beber nunca más —resoplo cerrando los ojos.

Me parece que esa mentira me suena.

—Vamos que te dé algo para la resaca, chata.

Demoro unos segundos más que Ilay en salir de la cama, él me pasa mi pantalón y estoy tan mal que cuando me lo pongo meto la pierna por una de las roturas decorativas y estoy a punto de tragarme el suelo; no es el desayuno que tenía en mente. Aunque no voy a decir que es la primera vez que me pasa esto con unos vaqueros porque sería mentir. Algunos traen los rotos tan grandes que es fácil equivocarse y pasar la pierna por donde no es.

Mi ceño se frunce curioso cuando veo a Ilay ponerse la camiseta.

—¿Vamos a salir? —le pregunto.

—Tal vez luego, ¿por?

—¿Para qué te has puesto la camiseta entonces?

Ilay no suele llevar camiseta en casa y, como le dijo a su madre, a mí no me disgusta que no la lleve. Ahora mismo me está privando de unas buenas vistas.

—Mario se quedó a dormir, seguramente siga abajo.

Me dejo caer de nuevo en la cama y resoplo con exageración.

Letras para él [✔️] |Canciones de verano 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora