32. Guitarra

446 34 2
                                    

32. Guitarra


Es estúpido lo nerviosa que estoy.

Toco al timbre armándome de valor y es la madre de Ilay quien me recibe tan amable como siempre. Ha dicho que el vecino está en su dormitorio colgando no sé qué y que enseguida viene, porque me ha hecho pasar directamente a la cocina.

Realmente no tarda mucho, pero durante ese tiempo su madre me pregunta qué tan el fin de semana y charlamos un rato.

—Ilay comentó que te quemaste la espalda —dice con una mueca empática y yo asiento con otra mueca. Aún duele como el demonio, a pesar de que la camiseta que llevo es ancha, cuando la tela me roza veo las estrellas—. Es bueno echarse aloe vera natural, si quieres, tengo una planta en el patio.

—No hace falta, de verdad que estoy mucho mejor —la interrumpo agradecida por su honesta amabilidad.

No puedo contener la sonrisa cuando escucho bajar a Ilay, va casi a trompicones.

¿Tanta prisa tiene por verme?

—Hala, ya he colgado el puto espejo —dice sonado hastiado y me mira con sorpresa. Parece que la prisa no era por mí.

—Esa boca —le reprime su madre con los ojos en blanco y sonríe—. Gracias, hijo.

—¿Por qué no me has avisado de que Lara está aquí? —pregunta fastidiado y se acerca a mí, posando su enorme mano en mi muslo sin mucho disimulo. Yo paniqueo porque su madre nos está viendo, pero a él le da absolutamente igual.

—Porque no quería que dejases el espejo sin poner —responde su madre divertida antes de levantarse y colgarse el bolso que tenía sobre la encimera—. Yo voy a salir, pero Lara, ya sabes que estás en tu casa —dice dándome una sonrisa y después vuelve la vista a su hijo y alza las cejas—. Y tú, compórtate —la orden va con una advertencia implícita.

El vecino resopla, pero le da una sonrisa vaga a su madre. Su mano sigue sobre mí.

—Pásatelo bien, mamá.

La vecina se despide y sale dejándonos a Ilay y a mí solos, y eso me pone aún más nerviosa, pero no son nervios malos, son por emoción, porque ahora que estamos solos puede pasar cualquier cosa.

—¿Qué tal tu día? —pregunta con normalidad; su mano presiona mi muslo de forma distraída. Llevo un pantalón corto. Ilay ya ha visto cómo me queda la ropa corta y parece que no le disgusta, así que me he sentido valiente contra el complejo.

—Bien. He escrito —le cuento, y realmente no sé por qué lo hago, me hace ilusión haber sido capaz de escribir algo personal que no refleje un sentimiento negativo sino todo lo contrario. Tal vez me he cohibido un poco al escribir y he forzado mis letras para que parezca que el sentimiento es ilusión y no algo mucho más fuerte que podría dejarme mal parada.

No es amor, no puedo enamorarme de alguien a quien conozco desde...

Hace doce años.

Hace quince días.

Diría que me hace tilín, me gusta, pero no va a más.

Es obvio que me iba a gustar Ilay, es condenadamente atractivo, me hace reír y me calienta.

—¿Puedo leer lo que he escrito? —pregunta curioso y creería que realmente está interesado. Sus ojos se anclan a los míos mientras su mano comienza a deslizarse por mi muslo.

Niego hasta que soy capaz de articular alguna palabra.

—No —murmuro bajo y cuando su cejo se frunce me obligo a hablar—. Aún no está terminada, mi proceso creativo es un lío y...

Letras para él [✔️] |Canciones de verano 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora