A pesar de que ambas necesitaban descansar, procuraron quedarse despiertas por turnos, pues, mientras una dormía dos horas, la otra se encargaba de cuidar a Isabella, el despertador era la alarma que gritaba "cambio". Al contrario de lo que suele suceder, la culpa, el remordimiento fueron la anestesia que Ana necesitó para conciliar el sueño, estaba mentalmente agotada, sin embargo, no podía dejar de pensar en todo lo acontecido, en que su negligencia había sido la causante de la pesadilla que estaba viviendo y a la que, ahora, había arrastrado a Lucía, su fiel compañera, a quien le había prometido acabar con la locura de la que eran parte, sin embargo, pese a que un lado de sí deseaba continuar, su lado más ético le impedía dar un paso más, era tiempo de abandonarlo todo y de volver a su mediocre empleo embalando cajas en la editorial.
Durante esas dos horas de descanso, sendas imágenes confusas se estaban agolpando en su mente, como si estuviera viviendo o reviviendo situaciones jamás antes vividas, no recordaba ningún acontecimiento de los que, supuestamente, estaba siendo parte, pues, en primera persona fue capaz de verse en el internado, el colegio Torres de marfil, frente a la directora Sandoval quien, tras un apretón de manos, dejó lugar a la segunda imagen, y se encontró con un grupo de chicas que nunca había visto, hablando en secreto entre ellas y señalándola constantemente, sus risas hicieron estruendo en su cabeza. Pasando a otra escena, esta vez, se encontraba corriendo por el bosque, parecía estar asustada, no cabían dudas de que estaba escapando de alguien. Un golpe, un golpe seco fue el que logró debilitarla y tirarla al césped, por el cual se arrastraba cual serpiente, de su cabeza manaba sangre, podía comprobarlo mediante el tacto. En su intento de escape, reptando, llegó hasta dos piernas calzadas con zapatos negros y medias azules, las tomó con ambas manos para que la ayudasen a incorporarse, comenzó a levantar la mirada de a poco, pues su borrosa visión no le permitía visualizar la escena con nitidez, sin embargo, le alcanzó para comprobar que las piernas estaban adornadas con una falda escocesa, seguida por una camisa blanca... El uniforme del colegio Torres de marfil, su dueña, una jovencita con la piel suave, blanca y delicada parecida a la porcelana, quien, solo atinó a propinarle un duro golpe en la cabeza con un palo.
El despertador anunció que debían rotar, que ahora sería Lucía quien descansase dos horas. Sobresaltada por lo sucedido en su sueño, se dirigió hasta la sala donde Isabella se recuperaba en el sofá. Era evidente que la falta de sueño y lo recientemente acontecido habían hecho mella en su cabeza, pues su mente la transportó al último lugar en el que estuvo, el bosque, y la escena proyectada correspondió a la última persona que vio, Isabella, el remordimiento también jugó un rol importante y, esta vez transmutó el rol de la joven, de víctima a victimario, sin dudas de que la única culpable de lo sucedido con ella y de lo que pudiera aún suceder, era Ana, nadie más que Ana.
Fue llegar a la sala y encontrar a una Lucía descontrolada
—¡En estas dos horas le levantó una fiebre impresionante, algo tenemos que hacer!
—¿Le pusiste paños de agua fría?
—¡Sí! Pero esa no es la solución.
—Tengo una pastilla que disminuye el estado febril. —Trató de tranquilizarla.
—¡Ana!
—Voy a tratar de evitar llevarla al hospital... anda a descansar.La píldora mágica y unos paños fríos fueron los elegidos para combatir la fiebre, el ceño fruncido de Isabella indicaba que no se encontraba bien, que el dolor la estaba carcomiendo por dentro, así que, optó por cambiarle el vendaje, y ver la evolución de su brazo, ni bien cortó las vendas con una tijera, se encontró con un brazo de color violáceo, con la herida aún abierta, lo único positivo, pese a la inflamación, fue que no salía más sangre. De pronto, el celular, anunciando una llamada entrante, la desvió de su principal preocupación, sin embargo, notó que no era su teléfono el que sonaba, era el de Natalia ¿Qué hacer? ¿Debería atender la llamada?, ¿y si era alguien preguntando por su paradero?, ¿qué se supone que diría?, ¿cuál sería la mejor excusa? Ninguna, no atender el teléfono era la única solución viable, no obstante, no paraba de sonar, y aquello estaba impacientándola, en consecuencia, con los nervios a flor de piel, decidió contestar. Nada. Silencio. Una respiración que indicaba que alguien estaba del otro lado. Cortó la comunicación y agitada, volvió hacia donde estaba la niña, a quien, empezó a vendar, después de haber lavado la herida. Nuevamente el teléfono; asustada, decidió no atender y dejar que sonara, pensó en ir a buscar a Lucía, pero la llegada de un mensaje de texto, la paralizó. Optó por leerlo.
No te olvides de mí.
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LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARREN
Mystery / Thriller"Hace frío allá afuera" fueron las palabras que la condenaron. Ana es una escritora amateur que, por falta de inspiración, se concentra en el caso de la misteriosa desaparición de una jovencita de la que nadie parece saber nada, aunque muchos son...