CAPÍTULO 21

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    Ana condujo como siempre por el mismo camino por el cual andaba todas las tardes para dirigirse a su nuevo trabajo, que constaba en limpiar el interior de un colegio del que nunca había escuchado hablar, pero, por lo que le habían comentado allí, hacía mucho tiempo estaba en pie, y jovencitas de entre catorce y diecisiete años residían en él.
Llegó relativamente temprano, puesto que quería aprovechar todo el tiempo que fuese posible para buscar pistas, necesitaba saber algo más acerca del establecimiento donde estaba trabajando. Así fue como llegó al pueblo compuesto de casitas bajas pintadas de blanco, ubicadas en callecitas de barro, un pueblo que contaba con un centro pequeño, de aproximadamente seis cuadras, con negocios que distaban entre almacenes, tiendas de ropa y mercados, muy pintoresco, de hecho. Ana lo recorrió en su totalidad, miró las vidrieras de cada uno de los negocios y decidió entrar a un almacén, halló a una mujer entrada en años y una pareja comprando víveres, así que ella, para disimular, tomó un paquete de pan lactal y un poco de fiambre y se encaminó directamente hacia la caja registradora, donde una mujer estaba dispuesta a cobrarle.

—No sos de acá, ¿no? —Le preguntó mientras colocaba las cosas en una bolsa.
—No, vivo bastante lejos, pero trabajo por acá.

—¿Dónde? —preguntó sin siquiera mirarla.

—En el colegio Torres de marfil.

La cajera levantó la mirada por primera vez y quedó en silencio, hasta que balbuceó...

—¿Ahí?

—Sí, soy auxiliar, empecé a trabajar hace unas semanas nada más —Al notar que la mujer no le respondió e incluso parecía ignorar su presencia, decidió ir al grano— La noté sorprendida, ¿acaso hay algo malo con el colegio?

—No —Le alcanzó la bolsa de la compra—. Gracias, mucha suerte.

La despidió sin más, sin nada que agregar, fríamente. Ana se dio cuenta de que tendría que indagar por otro lado y cambiar un poco su historia, quizá si hacía preguntas acerca del colegio sin mencionar que era su lugar de trabajo, podría obtener mejores resultados. Mientras cavilaba, percibió una sombra detrás de ella que iba agrandándose a medida que se acercaba, con la bolsa en su brazo, se dio vuelta bruscamente hasta quedar cara a cara con aquella anciana del almacén.

—Perdoname, no quise asustarte querida, escuché que trabajas en Torres de marfil.

Ana abrió los ojos de par en par, tal vez ella pudiera brindarle información por más mínima que sea, así que asintió con la cabeza.

—Vení —La tomó del brazo—, acompañame hasta mi casa y hablamos más tranquilas, ¿te parece?

Ana sabía que no era buena idea entrar a la casa de desconocidos, sin embargo, le parecía muy amable aquella señora, por lo tanto, aceptó.

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora