CAPÍTULO 23

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—¿Dónde estoy? —atinó a preguntar a la nada misma.

Se encontraba acostada en el césped, al parecer ya había oscurecido, estaba muy lejos de casa, debía tratar de incorporarse y marcharse de una buena vez, aún no le cabía en el entendimiento el hecho de haber despertado lejos de la casa de la anciana, "¿dónde estoy?" volvió a indagarse, "estoy en el bosque... en el bosque" ¡El lugar donde no las dejan cruzar a las chicas! Se incorporó de un salto y, para su sorpresa, estaba vestida con el uniforme del colegio Torres de marfil, ante semejante espectáculo confuso, su corazón empezó a dar pequeños golpecitos, sacudió su falda quitando las hojas secas que habían quedado pegadas y, fue incorporarse y ver una joven de cabello rubio de quien no pudo ver el rostro, debido a que se hallaba de espaldas a ella, al igual que Ana, estaba vestida de la misma manera, con el uniforme del internado. De repente, aquella misteriosa joven comenzó su marcha hacia las profundidades del bosque, Ana, confundida y asustada, decidió seguirla, pues prefería hacerlo antes de quedarse allí parada.

—Esperá, por favor, ¡no corras!

Necesitaba que aquella rubia parase su marcha, puesto que cada vez se alejaba a mayor velocidad. A medida que la seguía se percató de que aquella podría ser la adolescente que cruzaba la calle y se alejaba hacia el bosque, así que, tomó la decisión de aventajarla en velocidad y poder ver su rostro. Su decisión no se llevó a cabo, pues la joven misteriosa se detuvo de golpe y se dio vuelta, Ana la miró directamente a los ojos, era bonita, muy bonita, con rasgos dulces, los cuales se intercambiaron por una mueca de horror y, un grito agudo la obligó a taparse los oídos. Un golpe, un golpe fuerte que llegó de atrás, de imprevisto, la tiró directamente al césped, el dolor era muy fuerte, y la sangre le nublaba la vista, le fue imposible mantener los ojos abiertos. Imposible.

—¿Dónde estoy?

—En la clínica.

Ana abrió los ojos de golpe y vio al lado de su cama a una enfermera, por inercia, se tomó la cabeza con sus manos para palpar el golpe que le había producido una herida.

—¿Te duele la cabeza? —preguntó con confusión la enfermera.

—No, pero el golpe...

—¿Qué golpe?

—Me dieron un golpe en el bosque y la chica rubia...

—¿Quién te golpeó?, ¿en el bosque? —La joven enfermera le puso un paño mojado en la frente —Unos vecinos te encontraron tirada en la calle y te trajeron hasta acá, estabas intoxicada.

—¿Cómo?, ¿intoxicada? —Ana se quedó pensativa por un instante —¡La tarta! ¡La anciana! Tengo que irme.

—Esta noche la pasarás acá, ya mañana podrás marcharte.

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora