El misterio estaba a punto de descubrirse, estaba segura de eso, no le cabían dudas de que tanto Andrea como Rosa López habían conocido a Verónica Warren, lamentablemente solo una podía dar testimonio, sin embargo, se encontraba incapacitada para hablar, según el parte médico ofrecido por Dora, la mujer de Emilio tras una de sus visitas al hospital, pero el panorama era favorable, pues sus signos vitales eran estables y había presentado una increíble mejora ni bien despertó del coma, por lo tanto, no faltaría oportunidad para hacerle la visita tan esperada, tan accidentada, pero a la vez vital, puesto que había trabajado unos cuántos años antes de que Andrea la suplantara.
—Nos juntábamos una vez cada quince días, a charlar —Le comentó entre mates—. Rosa nos contaba que no le gustaba el trato que recibían las chicas, es como si nadie quisiera hacerse cargo de nada. Nadie.
—¿Quién es Verónica Warren?
El colegio Torres de marfil se construyó en el año 1990, fue todo un acontecimiento para el pueblo, y para los de los alrededores, debido a que varias familias viajaban hasta allí para dejar a sus hijas al cuidado de personas capacitadas para brindarles asilo y una excelente educación. Recibían niñas a partir de los diez años, y, hasta los dieciocho podían quedarse, Verónica tenía quince e Isabella, actualmente, contaba con diecisiete, no obstante, desconocía la edad de Ema, aquella muchachita a la que solo había visto Lucía. Fue pensar en ella por un instante y percatarse de que le había llegado un mensaje ni bien había ingresado a la morada de Emilio, por lo tanto, se permitió un momento, entre cavilaciones, para leerlo:
Anita, necesito que me averigües el apellido de Isa.
¿Para qué quería Lucía saber el apellido de Isabella?
Pensar en las pasadas vicisitudes que tuvo que atravesar su confidente y ya mejor amiga, la llevaron a pensar en Ema, quizá debería preguntarle a ella algo acerca de su obsesiva y, quizá patológica búsqueda de la verdad, pues era improbable que nadie recuerde o haya conocido a Verónica Warren.
—¿Quién es Verónica Warren?
—Rosa hablaba mucho de las chicas, las quería, pero había una, específicamente, que le había llamado la atención. No recuerdo su nombre, no podría decirte si es el que acabas de pronunciar, pero, se refería a ella con lástima, ¿entendés? Viste cuando caracterizás a alguien con la palabra "pobrecita", bueno, así la recuerdo, a Rosa, sentada frente a mí diciendo "pobrecita. Ella no tenía la culpa".
Al parecer, había sufrido acoso, bullying, siempre estaba sola, nadie le hablaba ni la hacía partícipe, había sido invisible, indiferente como aquella Ana adolescente. Cómo se habría sentido, cómo pudo haberlo superado, cómo pudo seguir adelante, si es que se puede seguir adelante. Rosa la recordaba como una chica solitaria e introvertida, pero encantadora.
—Andrea también la conoció, las conoció —Se rectificó—, a todas. Ella fue la suplente de Rosa, cuando esta enfermó.
Verónica. Verónica Warren. Rubia, de piel suave, cara redonda, bella sonrisa. Verónica Warren, así se llamaba. La que nadie supo ni quiso ver, ni oír, ni comprender, ni conocer. La que dejó de ser, para convertirse en un alma en pena, tan o más solitaria que antes, invisible, indiferente, intrascendente... pero no, ya no, ya no estaría sola, ahora era percibida, escuchada, comprendida, amada.
"Mi pobre Verónica" sollozó Ana entre pensamientos, "te voy a encontrar, te lo prometo".
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LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARREN
Misteri / Thriller"Hace frío allá afuera" fueron las palabras que la condenaron. Ana es una escritora amateur que, por falta de inspiración, se concentra en el caso de la misteriosa desaparición de una jovencita de la que nadie parece saber nada, aunque muchos son...