—¿Cómo me llamaste?
—¿Acaso ese no es tu nombre?, ¿o debería decir Eva?
—¿Qué es lo que ocultas Isabella?
—¿Qué es lo que ocultas Ana?
Sus ojos se encontraron, desafiantes, ninguna pretendía bajar la mirada, perder el duelo, buscaban imponerse, marcar territorio, no iban a ceder, aunque Lucía hubiera vuelto de su casa y ya se hubiese instalado en el departamento de Ana, esta seguía con desconfianza a la jovencita malherida que reposaba en su sofá. "¿Qué ocultas Isabella? Te voy a desenmascarar", pensaba mientras no le quitaba la vista de encima, hasta el momento contaba con más preguntas que respuestas, así que, mientras Lucía, revisaba el brazo de la desafortunada joven de piel de porcelana, ella tomó su libreta y anotó:
1. Verónica Warren
2. Rosa López
3. Natalia
4. Isabella
5. Colegio Torres de marfil
6. Cazador del bosque
Aquellos eran los seis misterios sin resolver con los que contaba, si bien la lista había comenzado con averiguar qué le pasó a la desdichada Verónica Warren, el número había acrecentado a medida que Ana jugaba al detective, lo cual, dejó varias cuestiones enredadas y conexiones que quizá, no sabía que existían, como también, dejó víctimas en el camino, Isabella era una de ellas. Además, un punto no podía sobrepasar al otro, es decir, si bien era urgente encontrar a Natalia, un pequeño inconveniente le demandaba toda su atención, Isabella y su brazo. Aún no sabía cómo hacer para devolverla al internado sin que sospecharan.
—Estuve pensando en algo cuando fui hasta casa —reflexionó Lucía llevándose del brazo a Ana a la cocina.
—¿Cómo la viste a Isabella?
—Mejor, si bien el brazo está un poco hinchado, su aspecto luce mejor.
—Además no sangra —agregó Ana.
—¿Sabés en qué estuve pensando?
—No —Ana se dispuso a preparar mates para compartir con Lucía.
—Es evidente que las autoridades del colegio ya hayan notificado la ausencia de Isa.
—Lo sé, no sé cómo haremos para llevarla de vuelta.
—Seguramente la policía ya sepa del caso —continuó.
—Ese es mi mayor miedo, si la policía sabe, estamos perdidas.
—Tendría que regañarte por incluirme en tu preocupación, "estás" perdida, ¿sabés? No "estamos" —Mientras tomaba un mate, continuó—, sin embargo, ya estoy en el baile —Rio—, nunca quise ser parte de un embrollo semejante, pero, ya lo sabés, siempre estoy para vos.
—Gracias —Ana la abrazó un rato, ya no sabía qué haría sin ella.
—Ana, nos conviene que la policía esté buscando a Isabella.
—¿Por qué?, ¿te parece?
—Mientras busquen a Isabella, sabremos algo de Natalia. Si entran al bosque a hacer el peritaje, ellos la encontrarán, no sé en qué condiciones, pero la encontrarán.
—¿A qué te referís?
—Ana... ¿Qué te hace pensar que Natalia no se haya encontrado con el perro que mordió a Isabella y con su dueño?
Ana bajó la mirada, a pesar de no querer pronunciar la palabra, sabía que podían hallarla muerta, quizá, a estas alturas era lo más probable, sin embargo, se acordaba de las llamadas, de la respiración, del mensaje, aún había esperanzas de encontrarla con vida.
Lucía estaba preparando el almuerzo, no era habitual almorzar a las tres y media de la tarde, sin embargo, el trajín del día no las dejó enfocarse en otras necesidades que no fuera Isabella. Así que, Ana aprovechó el momento y se dirigió al sofá donde se encontraba Isabella, a quien encontró descansando con la cabeza para un costado, los brazos a cada lado del cuerpo y los ojos cerrados.
—Isa, Isabella —Ana movió un poquito su cuerpo, pero la jovencita no parecía despertarse— Ay vamos, ¿ya te dormiste? —Esta vez optó por taparle la nariz y la boca durante unos segundos, por lo que, inevitablemente, la niña tuvo que despertar a la fuerza.
—¡¿Qué estás haciendo?!
—¿Por qué me llamaste Ana?
—Porque te llamás Ana.
—¿Cómo lo supiste?, ¿qué ocultas?
—Qué ocultas vos en todo caso, sé que te llamas Ana porque Lucía te llamó así mil veces.
Ana se dio cuenta de que la respuesta era más sencilla de lo que imaginó
—¿Ya no cuenta si te digo que mi nombre es Ana Eva, y que suelo usar los dos indistintamente?
—No soy estúpida, así que no te gastes.
Qué carácter desafiante tenía aquella nena, sin dudas de que era como un caramelo ácido, a veces dulce y tierna, una niña con una sonrisa tímida y unos ojos que brillaban cuando reía, sin embargo, como lo estaba comprobando, tenía un carácter fuerte que dejaba salir de vez en cuando, sus gestos cambiaban, pasaba rápidamente de ser la Caperucita roja al lobo feroz.
La tarde se tornó gris, pues el día se había nublado por completo, así que, las tres, aprovecharon y se acostaron a dormir una siesta, realmente lo necesitaban, pues solo tenían pocas horas de sueño sumado a los nervios que habían pasado, Isabella continuaba en el sofá, mientras que Lucía se había tirado un colchón a su lado para cuidarla, así que, Ana se acostó en su cama y cerró las cortinas para que la luz de aquel día nublado no interfiriera en su sueño.
Fue abrir los ojos y encontrarse nuevamente en el bosque, en completa soledad, allí la vio, ¡a Natalia! Se paró justo delante de ella, pero no fue capaz de verla, no podía interactuar con la misma, "si tan solo pudiera llevarte conmigo a casa" se lamentaba Ana. Como no podía hacer nada desde su lugar, decidió seguir sus pasos, quizá, esta nueva premonición la llevase al lugar exacto donde se encontraba.
Natalia caminaba, estaba asustada, en eso toma su teléfono y se decide a hacer una llamada, pero al ver que no tenía señal, se desilusiona. Un ladrido cercano la sobresaltó, obligándola a tirarlo, no fue capaz de levantarlo porque en ese preciso momento, el perro que atacó a Isabella se hizo presente, Natalia, lentamente, se quitó el cardigan mostaza que llevaba en los hombros, y, cuando el animal arremetió contra ella con toda su furia, pudo frenar su mordida con el abrigo. El perro, de pronto, se entretuvo con el cardigan y ella aprovechó el momento para huir. Lo último que vio Ana fue cómo el perro enterraba el abrigo mostaza, que luego iba a encontrar junto con Isabella.
Un ruido la obligó a sobresaltarse, a despertar rápidamente de su pesadilla, a abrir los ojos haciendo que sus pupilas se dilatasen, tomó un saco que tenía cerca, pues hacía un poco de frío, se encaminó hacia la puerta pues era evidente que alguien llamaba, al pasar vio cómo Isabella y Lucía dormían profundamente, así que, sin mirar de quién se trataba el o la visitante sorpresa, abrió la puerta, así, sin más.
—¿Dónde está Natalia?
—¿Víctor?
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LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARREN
Mystère / Thriller"Hace frío allá afuera" fueron las palabras que la condenaron. Ana es una escritora amateur que, por falta de inspiración, se concentra en el caso de la misteriosa desaparición de una jovencita de la que nadie parece saber nada, aunque muchos son...