CAPÍTULO 46

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    El silencio fue el protagonista de aquella anhelada visita, o quizá antagonista, el hecho de que la otra Ana estuviera visitando a la misma persona a la cual ella visitaría, la obligó a pensar en la posible dualidad, en la alienación de los cuerpos ¿Acaso existía la posibilidad de que la otredad fuera parte de esta realidad? Con los sucesos extraordinarios que se habían desarrollado en los últimos tiempos, nada era descabellado. Ana se enfrentaría a Ana, a la otra Ana; el resultado de aquel choque de egos era incierto, no obstante, solo una sobreviviría al colapso y la impostora debería renunciar a la máscara que cubría su verdadero rostro para siempre.

   Como guiada por una fuerza magnética, ingresó a la casa de su entrevistada, a pesar de que esta, previamente, le haya prohibido la entrada, para encontrarse con su otro yo, que resultó ser, quizá, una versión mejorada de ella misma, la morena con labios siempre pintados de carmín, la impostora, la cruel depredadora, la vil serpiente que demostró su verdadera cara, su amiga, su rival, Natalia.

   Ambas quedaron estupefactas observándose sin decir palabra alguna, pues, en ese choque desafiante de miradas se encontraba la verdadera razón del silencio controlador de mentes, pues quien hablase obligaría a la otra a caer en el lodo del cual no podría salir fácilmente. Natalia fue más rápida. Natalia habló obligando a callar a Ana una vez más.

—¡Eva! —gritó desesperadamente.

—¿Eva? —preguntó confundida la señora López—, creí que habías dicho que te llamabas Ana.

—Yo soy Ana —respondió Natalia con ademanes nerviosos— Ella es Eva, mi amiga, ha venido a buscarme, ¿no es así Eva?

"¡No! ¡Ladrona, arpía, basura, rata inmunda, mentirosa!" Aquellas palabras hicieron eco en su mente, sin embargo, fueron reemplazadas por un tímido "Sí" que salió apretado de sus labios.

   La otra Ana, la falsa, se despidió de Rosa López con un cálido abrazo, mientras Ana, la verdadera, veía cómo su esfuerzo por llegar al fondo del misterio daba marcha atrás escapándose de sus manos, estaba segura de que el interrogatorio a la que hubo trabajado donde ella se encontraba actualmente, hubiese cambiado el curso del trayecto o quizá hubiere encaminado la investigación.

   Las Anas caminaron sin hablarse, hasta que, bajo su rol de líder nata, Natalia tomó la batuta.

—Casi hacés que nos descubran Ana, ¿te imaginas el lío que hubiésemos ocasionado? O más bien una confusión —Al notar que su compañera no le respondía, decidió continuar—. Averigüé algunos datos que quizá puedan parecerte importantes, en casa te cuento.

Ana iba enrojeciendo de a poco, optaba por no contestarle porque se conocía y era capaz de cortar el monólogo con un golpe a mano cerrada. Al llegar al sitio donde había estacionado el coche, Natalia no soportó la indiferencia de la que iba a su lado.

—¿Nos vamos en auto? ¡Qué suerte! Gasté mucho dinero en el taxi para venir hasta acá y...

Antes de que pudiera seguir con su relato, Ana se dio vuelta y sujetó con violencia el cabello de Natalia, el cual no soltaba, la agredida también hizo lo mismo y, entre forcejeos capilares, la lucha llegó a su fin cuando Ana se quedó con un mechón de cabello de Natalia haciendo que saltasen lágrimas de sus ojos excesivamente maquillados.

—¡¿Por qué!? ¡¿Por qué Natalia!? ¡¿Por qué te hiciste pasar por mí!? ¡¿Por qué robaste mi nombre!?

—¡No vengas a hablarme de ética Ana, sos la menos indicada! —Natalia gritaba casi al borde del llanto— ¡vos también te hiciste pasar por otra persona!
—¡¿Y eso qué tiene que ver?! ¡Te conté lo que sucedió porque confío en vos, porque te quiero!

—¡Quiero cuidarte, estúpida!

—¡¿Cuidarme?! ¡¿De qué?! ¡¿De quién?!

—¡De vos misma! ¡Sos tu peor enemigo, date cuenta! —Natalia masajeaba lentamente su cuero cabelludo.

—Pero Natalia ¿de qué hablas? No tiene nada que ver lo que estás diciendo.
Tras un suspiro, la morena alegó —Todos estamos preocupados por vos Ana, tus padres, Víctor, yo...

—¿Víctor?, ¿por qué traes a Víctor al tema?

—Él y yo nos hicimos muy cercanos desde que te fuiste, está preocupado y...
—¿Él y vos? ¿Cercanos? —Ana fue capaz de percibir el cruel sonido del silencio—. No quiero escucharte más.

—Ana, es necesario que me escuches.

—¡No! Arruinaste la investigación, marchaba todo bien.

—¿Investigación? —interrumpió Natalia—, pero ¿quién te creés que sos, Sherlock? —Apoyó su mano en el hombro de su amiga— Aterrizá al mundo real, dejá de comportarte como una nena.

—¡Callate de una vez, puta de mierda!

Ambas quedaron en silencio tras el exabrupto de Ana, quien subió al coche y aceleró dejando a Natalia a la deriva.

   Caminó unos pocos pasos, no recordaba el trayecto hacia el pueblo, pensó en adentrarse en el bosque, quizá fuera un atajo. Finalmente lo hizo, aún era temprano y la luz del sol alumbraba el sendero. Durante su recorrido se quitó el cárdigan color mostaza, pues el calor se estaba haciendo notar. Extendió su mano para apartar el cabello hacia un lado del hombro, cuando sintió el pasto crujir y las hiervas moverse.

—¿Quién está ahí?

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora