CAPÍTULO 88

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    Lo prometido es deuda y, pese a que se había hecho la promesa a sí misma, le daba validez, puesto que llevar a Lucía a merendar al mismo lugar donde se concretó la cita con Olivera, era lo mejor que había prometido en años. La torta de dulce de leche y frutillas había superado todas sus expectativas y se preguntó si sería lo suficientemente capaz de reproducirla en la cocina de su departamento. A pesar de no ser buena cocinera, se le daba bien la repostería, de hecho, la noche de sábado anterior, había esperado a Juan con brownies, los cuales le habían valido una lluvia de besos y halagos. No dejó que la culpa la invadiera, debido a que no se había tratado de brownies caseros, sino que eran resultado de una preparación que ya venía en caja.

—Al segundo bocado, necesitás dejarla a un lado.

No comprendía la reflexión de su compañera, cómo era posible que dejara de comer la torta más sabrosa que se hubiera creado.

—Creo que ya me pusiste al día, este viaje no deja de sorprenderme, amiga —hizo una pausa—, vos no dejas de sorprenderme.

—Agradezco tanto tenerte a mi lado, sin vos no hubiese podido.

Tomadas de las manos, mientras terminaban su café, Ana le pidió un último favor, necesitaba con urgencia hallar información acerca del pasado de Verónica Warren, cualquier dato sería útil. Ella, mientras tanto, se encaminaría a la casa de aquel hombre que se había encontrado en el almacén.

   Ya eran las nueve y Lucía aún no había cenado, nunca imaginó haber estado casi dos horas prendida al teléfono, es que, aunque le costara admitirlo, extrañaba a su hermana, su relación con ella había sido un tanto conflictiva pero no como la que había llevado con la mayor, aunque en el momento en el que las tres abandonaron la casa de sus padres, comenzaron a llevarse mejor, quizá, verse solo una vez a la semana había aplacado la rivalidad que se había producido entre ellas unos años atrás, y, como sus padres habían notado la tensión, a veces violenta, sugirieron que cada una fuese a buscar su destino y labrar su propio camino lejos de la compañía fraternal, generalmente agobiante, según la perspectiva de Lucía, la hermana del medio, sin embargo, sostenía que, gracias a aquella difícil decisión que habían tomado sus padres, el ambiente tóxico se había acabado.

   Recalentó cuatro empanadas que le habían sobrado de la noche anterior y se dio el gusto de abrir una botella de vino, no cabía en su entendimiento la negación de Ana para con el alcohol, cómo era posible que no le gustara ni el vino, ni la cerveza, ni un Martini, ni un mojito, ni un daiquiri, ni siquiera el licor. Le causaba gracia la cara de asco que ponía cuando probaba apenas una gota. Ana era rara, esa era la única respuesta. Si bien hacía años que la consideraba una amiga, estas últimas experiencias habían engrosado ese lazo que las unía, haciéndolo inquebrantable. El hecho de que Ana le hubiera confiado su secreto y la hiciera parte de aquella escandalosa misión, había sido un hermoso cumplido, más allá del peligro, más allá de todo.

  Había pasado horas frente a la computadora tratando de buscar información acerca de Verónica Warren, cómo podía ser posible que nadie ni nada hablaba del caso, ningún medio de comunicación lo informó, ninguna página web en la que buscar, Lucía comenzó a creer que todo era una locura, que no existía esa tal Verónica Warren y que Ana se había creído una noticia falsa o un embuste que había oído vaya uno a saber dónde. Estaba a punto de renunciar cuando se le ocurrió buscar en las redes sociales, era de esperarse que Verónica contase con algún perfil, qué adolescente no contaba con uno. Había encontrado muchísimos perfiles bajo ese nombre, así que sería tan inútil como pretender buscar una aguja en un pajar, además, podría ser posible que se hubiera creado un perfil con un nombre ficticio o algún título de una canción. Pensó en Verónica, cómo podía ser posible que no conociera su rostro, que nunca se le hubiera ocurrido preguntarle a Ana cómo se veía, cómo lucía, sería alta o pequeña, robusta o delgada, tendría nariz aguileña, ojos grandes, labios finos, sería morena... cómo sería Verónica Warren... quién es Verónica Warren.

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora