CAPÍTULO 34

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   Hacía mucho tiempo que Ana no se reía tanto, aquel muchacho, que al principio le había parecido algo tosco, en realidad, era muy simpático y divertido, tenía esa clase de humor que a Ana le gustaba, sutil, sano y necesario. Fue al mirar su reloj, cuando se percató de que ya era casi la una, su plan de hablar con Rosa López debería quedar para otro día, sin embargo, era vital que al menos se llevara la dirección en dónde encontrarla, así que, le resultó conveniente interrumpir la conversación y tomar el timón ella misma.

—Juan, necesito saber quién es Rosa López.

—Ya te lo dije —Encendió un cigarrillo—, trabajaba en el internado, vos la estás supliendo a ella.

—¿Y por qué se fue?

—Porque la echaron.

—¿Y por qué la echaron entonces?

—¿Por qué sos tan curiosa? —preguntó expulsando el humo por la boca.
A Ana le hacía mal el olor a cigarrillo, le oprimía un poco la garganta provocando una tos seca y sus ojos se entrecerraban a causa del humo.
—¿Te molesta que fume? Ya lo termino.

—No te preocupes, no me molesta.

No sabía por qué esta vez no le molestaba, en absoluto, de hecho, a Juan le sentaba bien fumar, el cigarrillo en su mano y en su boca, le quedaba bien. Le llegó de repente, unas ansias por preguntarle qué edad tenía, o si estaba en una relación, o si... mejor olvidarlo, tenía que obtener la dirección que estaba buscando, ¿en qué estaba pensando?

El reloj marcaba la una y, en una hora ingresaba a Torres de marfil, le urgía más que nunca saber dónde encontrar a aquella mujer.

—Me dijiste que ibas a ayudarme a encontrarla.

—Perdón Ana, pero estás equivocada —Continuaba su explicación mientras pidió la cuenta— Te dije el nombre que necesitabas saber para que ella te explique cómo se manejan ahí, ¿ayudarte a encontrarla? —Soltó una risa burlona.

"Idiota" pensó.

— Gracias por el desayuno.

Se levantó con las mejillas coloradas, no sabía si de rabia o vergüenza.

Fue salir del bar y notar que había empezado a llover y la lluvia torrencial no cesaba, dispuesta a mojarse para alejarse de allí, dirigió sus pasos hacia la carretera hasta lograr llegar al colegio, la lluvia golpeaba fuerte y se encontraba completamente empapada, de pies a cabeza. La soledad la acompañaba en su camino, sin embargo, comenzó a padecer un fuerte sentimiento de acecho, aun así, no quiso mirar para atrás, caminaba a pasos ligeros, casi al trote, su teléfono estaba anunciando una llamada entrante y los pasos detrás de ella no detenían su marcha, así que, casi al borde del llanto, empezó a correr "¡Es ella!" Pensaba, "es la rubia". El colegio estaba relativamente cerca, solo tenía que seguir corriendo a pesar de la lluvia, los pasos detrás de ella se hacían más intensos, Ana corría desesperadamente, empapada, en un escenario gris, chapoteando entre charcos profundos que llenaban los huecos de una carretera en ruinas, luchando contra el viento y la violenta lluvia que no deseaban que llegase a destino, no obstante, fue capaz de verla: la cúpula del colegio.

  Una baldosa floja la desvió y la obligó a caer de bruces... Delante de ella, la sombra de las pisadas.

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora