CAPÍTULO 38

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    Ausente. Perdida. Absorta. Paralizada. Atónita... así se mantuvo lo que duró el día... lejana.

  Con la foto aún escondida en su cuerpo, permaneció el resto de su jornada laboral. Prefirió no ver a nadie, no hablar con nadie, no tratar con nadie, ser indiferente para el mundo, al menos ese instante, ese momento, volver a recuperar la calma, el semblante que tenía antes de ingresar a aquel cuarto, del cual no quería volver a hablar, ni a nombrar, ni siquiera a pensar. Aún no podía quitarse la sensación del cabello de la presencia acariciando su hombro, tenía que volver de inmediato a la tranquilidad de su hogar y ver la foto, qué es lo que esconde, por qué la quitaron del muro donde permanecen los recuerdos de la escuela, la identidad, y quienes la componen. Además, estaba decidida a visitar a una vidente, lo necesitaba más que nunca, quizá, Lucía supiera dónde encontrar una.... Lucía, con ella debería quedarse, puesto que no pretendía estar sola en su departamento, ya no sabía qué extraños sucesos podrían ocurrirle. Aunque fuera solo una noche, hasta que el malestar que sentía la ayudase a reponerse.

  Cayó el crepúsculo y las ansias de llegar a su hogar se presentaron de inmediato, la incomodidad de tener durante tantas horas la foto pegada al cuerpo mojado, a causa de la lluvia incesante que le había calado hasta los huesos.

  Apenas se despidió de sus compañeras y salió como un fantasma, eso era lo que aparentaba ser en ese momento, un ánima confundida, un alma desorientada.

  Llegó hasta el auto, pero no ingresó, se quedó apoyada en él, y tras un suspiro hondo, se dispuso a leer los dos mensajes entrantes que aguardaban en su teléfono.

     Hola Anita, mañana viajo a la ciudad, ¿querés que nos veamos?

Se trataba de Natalia; antes de responderle con un rotundo y entusiasta "Sí", se le vino a la cabeza la idea de que se quedase unos días con ella, viviendo en su departamento, solo así, no sentiría miedo de estar sola.

   ¡Qué buena idea Ana! Pasaremos una linda semana juntas. Te quiero.

Más aliviada y feliz por el reencuentro, se dispuso a leer y contestar el otro mensaje.

   No tenés que pedirlo Ana, te espero con la cena.

Lucía era tan atenta con ella, algo complicada, pero con unos sentimientos nobles, y siempre dispuesta a ayudar.

  Después de responderle con un "Gracias, voy en camino". Una sombra atravesó, corriendo, la entrada del colegio. Nada de averiguar esta vez, no lo dudó ni un segundo más, subió al coche, lo puso en marcha y salió disparada de allí. Al fin y al cabo, mañana sería otro día.

  Cenaron alitas con barbacoa acompañadas de cerveza fría, pese a que Ana no tomaba, decidió darle una oportunidad a lo que muchos consideraban, el néctar de los dioses.

—No entiendo cómo no podés beber.

—Y yo no entiendo cómo podés beber tanto.

—Siempre tenés una respuesta a todo, ¿eh? —Rio Lucía.

—Ya me conocés.

Tras charlas y risas pasajeras que no duraron hasta más de las dos, debido a que el siguiente era otro día laboral, Lucía le preparó el sofá a su compañera y le prometió un rico desayuno.

  Ana esperó a que su amiga ya estuviera en su cuarto y tomó la foto, que había dejado en uno de los cajones de la alacena. En ella observó trece jovencitas vestidas con los uniformes del colegio y parada en un costado, notó el serio semblante de la directora. Su vista la condujo, rápidamente, hacia la hilera de abajo, en un costado, la única que sonreía era una adolescente rubia, bonita, con cara redonda y ojos oscuros, ¡Era ella! ¡Era la rubia! ¡La del camino, la del hospital, la del pasillo! "¡Es ella!" Se repetía una y otra vez, necesitaba saber su nombre, quién era, quién era aquella muchacha que se le presentaba continuamente. Cuando se hubo tranquilizado un poco, se dio cuenta de que no necesitaba saber su nombre, de que la foto databa del año 2014, de que sabía quién era exactamente, la única joven que no aparecía en la foto del 2015 "Ay Dios mío, sos vos... Verónica Warren".

  Tomó un vaso de agua completo y, pese a los nervios, siguió observando la foto, aquella sonrisa, aquel cabello dorado, aquella mirada, aquella pobre niña con toda una vida por delante, aquella cuyo nombre no podía ser pronunciado... "¿Y esto?" Se preguntó de pronto, pues descubrió con asombro que la chica que estaba al lado de Verónica era...

—¡Isabella!

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora