CAPÍTULO 39

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    Esa noche no durmió bien, pues un sin fin de pesadillas la obligaron a abrir sus ojos en reiteradas ocasiones. No cabían dudas de que Isabella había conocido a Verónica Warren, a pesar de que lo haya negado rotundamente. Si bien no conocía la causa por la cual lo había hecho, estaba casi segura de que algo ocultaba, y eso, justamente, es lo que debería averiguar.

  Se levantó ni bien Lucía le dejó el desayuno en la cama, debido a que trabajaba temprano, ni bien lo hizo, se percató de que el rostro de su amiga presentaba una palidez extrema y ojeras negras se habían adueñado de su semblante, acto seguido, decidió tomarle la fiebre, por más de que ella alegara que se trataba de falta de sueño.

—Estás volando de fiebre Ana, hoy te quedas acá.

—No puedo, tengo que recibir a Natalia, hoy llega a casa.

Entre un tira y afloje, que te quedas, que me voy, que te quedas, que me voy, los intentos de Lucía por retenerla fueron inútiles, pues Ana era una cabeza dura por naturaleza y había que batallar mucho para cambiar su opinión. Aun así, fue capaz de darle un consejo: "te quedas todo el día en cama", alcanzó a decirle antes de despedirse de ella.

  Llegó a su departamento bastante temprano y, pese a que había empezado a trabajar hacía relativamente poco tiempo, no podía ir al colegio en esas condiciones, por lo tanto, se comunicó, rápidamente, con la directora y se excusó alegando gripe, sus razones no fueron bien recibidas por la señorita Sandoval, aun así, estaba en su derecho avalado por el estatuto laboral, si presentaba la firma de un médico que certificase la ausencia, no había nada más que agregar. Una vez que cortó la comunicación telefónica, se preparó un té caliente con miel y se metió en la cama, mientras pensaba qué pudo haberla hecho caer enferma, si fue la excesiva lluvia que la empapó de pies a cabeza, si fueron los nervios atravesados en el cuarto prohibido, o si fue enterarse de que aquella rubia que la acechaba era, en realidad, Verónica Warren. Luego de que hubo meditado, se dio cuenta de que la razón por la cual estaba guardando cama era ella, la rubia, la presencia, Verónica.

  Antes de que llegase Natalia, tomó la portátil y se dispuso a continuar con la novela, a la cual había abandonado por estar investigando; pues Ana se había quitado el traje de escritora para vestirse de detective. El capítulo que debía empezar era el dieciséis, sin embargo, no sabía cómo hacerlo, pues no podía escribir acerca de Verónica si no conocía nada sobre ella, más que su nombre y su aspecto físico. Entonces eso era lo primero que debía dilucidar para avanzar, resolver la cuestión de la identidad de la muchacha, no obstante, su mirada se precipitó hacia la libreta que siempre llevaba consigo, pues dentro de ella se escondía el papel, escrito a mano por Juan, que indicaba la dirección de la mujer a la que ella reemplazaba y, a quien echaron después de que hubo declarado ante la policía... ¿Qué hacer? ¿Investigar quién es Verónica Warren o ir en busca de Rosa López?

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora