CAPÍTULO 22

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    La casa de aquella señora era muy pulcra, el piso no contaba con restos de suciedad acumulada, por el contrario, parecía brillar. La acompañó hasta el comedor y dejó en la mesa las compras que había efectuado unas horas antes. Notó la ausencia de gatos, pues ninguno se encontraba haciéndole compañía, no sabía por qué, pero siempre hay uno en el regazo de cada anciana.

—Así que trabajás en el colegio Torres de marfil.

—Conseguí el puesto a través de un aviso en el periódico.

—¿Acaso no sabés qué es lo que ocurrió allí?

—No, no tengo idea —El corazón de Ana comenzó a golpear de repente.
—Maltrato, nena —La anciana hablaba a medida que sacaba las cosas adquiridas de las bolsas—, dicen que agreden continuamente a las jovencitas.

—Eso no lo sabía, aún no he visto a las chicas, pero ¿cómo es eso que las maltratan?

—Eso es lo que se comenta por acá, yo me enteré en el mercado.

—Hace una semana que estoy allí, sin embargo, no noté nada fuera de lo normal, aunque...

—Tomá, querida —La anciana le ofreció una tarta de ciruelas—. La hice hoy temprano, come un poco.

—Gracias, como le contaba, he notado que en el colegio tienen un cuarto de...
—¿De torturas?

—¡No! —corrigió Ana— de castigos.

—¿Cuál es la diferencia?

Ana no le contestó, al notar que aquella agradable mujer estaba barriendo, se dio cuenta de que ya era hora de que se fuera, sin embargo, aún no le había preguntado nada acerca de lo que verdaderamente le interesaba, sin embargo, apenas pudo despegar los labios, pues una fuerte debilidad se apoderó de su cuerpo.

—¿Qué sucede bonita?, ¿te encontrás bien?

Los ojos de Ana se iban cerrando y apenas distinguía la voz de aquella anciana— Verónica... —alcanzó a balbucear— ¿quién es Verónica... Verónica...?
—¿Warren? —completó la anciana.

Ana se desplomó sobre la mesa, ni una sola palabra más salió de su boca.

LA DESAPARICIÓN DE VERÓNICA WARRENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora