Debe de ser un sueño

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El lugar era simplemente hermoso, al fondo se podía ver una laguna, era pequeña, pero mientras más te acercabas podías sentir que se hacía cada vez más grande el lugar, incluyendo el lago o eso es lo que pensaba Thelma; por un lado teníamos a estos árboles gigantescos que provocaban el efecto de estar dentro de un domo hecho de ramas y hojas, por el otro lado, el ruido del agua caer, tal vez había cerca una fuente, pero la posibilidad de ver una fuente en medio de bosque era nula, así que el origen del ruido debía ser una cascada, no se podía ver con exactitud a la cascada, pero el ruido seguía ahí, todo se sentía tranquilo, en su interior podía sentir paz desde el instante en que visualizó aquella laguna.

— ¿Thelma?

Una voz interrumpió la paz que se sentía en el lugar desconocido, de primer momento no había personas cerca, tal vez era el sonido del agua, el tiempo en ese lugar no era descifrable por lo que es posible que el oído se acostumbrara al ruido del agua y ya comenzaba a tomar forma de palabras.

— ¿Thelma, me escuchas?

De nuevo esa voz, ahora se podía escuchar más fuerte, como si la persona se encontrara a un par de metros detrás de ella.

— ¿Thelma? ¡Tenemos que irnos, ellos llegaron al pueblo!

Un rostro interrumpió el paisaje, un rostro que de inmediato se sintió familiar, pensó por un segundo que ya lo conocía, ya había visto a ese chico, al ver de nuevo el rostro notó que sus labios se movían, parecía que hablaba pero Thelma no podía escuchar ninguna palabra, ya tampoco lograba escuchar el sonido del agua. Poco a poco todo comenzó a oscurecerse, lo último que pudo ver fue la mano de aquel chico esperando que ella la tomara.

Despertó.

Ya habían pasado tres días desde que Marcela tomó una maleta, dinero y salió de casa, dejando a Thelma completamente sola, claro que ya estaba acostumbrada a ello, lo está desde los 5 años, cuando la mujer y Siena salían por días para poder participar en un absurdo concurso de belleza para niñas.

Lo primero que hacía al levantarse era prender su bocina y colocar música, algo que realmente odiaba de la soledad era el silencio, no podía soportar su vida siendo gobernada por el silencio y el que Marcela no estuviera en casa le daba la libertad de escuchar música a todo volumen, escuchando de repente como los vidrios resonaban por el ritmo de las canciones elegidas. Medio acomodó su cuarto; era organizada en ciertos aspectos de su vida, pero en cuanto a su cuarto podrías pensar que ahí vivían dos personas, una que era extremadamente organizada y otra que se conformaba con tener un lugar en donde guardar su ropa.

Tomó una ducha, se vistió y bajó a preparar su desayuno, nada especial ya que era mala cocinando. Al terminar tomó su mochila y salió de casa en dirección a su trabajo, un trabajo que amaba y agradecía de tener, un trabajo que le permitiría terminar la universidad y vivir al fin su vida, todo eso es lo que se repetía mientras caminaba hacía la parada del camión, era algo que se tenía que decir todo el tiempo para que un día no cometiera una locura y renunciara. Thelma trabajaba en una tienda departamental, consiguió el empleo gracias a su mejor amigo Elliot, el cual había eliminado de su lista muy reducida de amigos desde hace un año. No tenía muchos amigos.

Al llegar a la tienda agradeció que fuera grande, pues lo que más odiaba del empleo era el hecho de hacerlo cerca de su antiguo amigo, así que ella podía irse a la sección de niños y esconderse entre todos lo juguetes y gritos de niños que juraba que sería capaces de matarse con tal de conseguir un muñeco que los haría felices por unas horas.

Una vez que se puso el uniforme se dirigió a la salas de juntas, que era el comedor; todos los lunes el gerente de la tienda daba los avisos que para él son importantes, pero no lo son, avisos como la llegada de un nueva línea de pantalones o las ofertas de 2x1 en sandalias que nadie quiere en su casa. Y es ahí donde su infierno iniciaba.

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