La cueva

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Los minutos en la profundidad de aquella cueva comenzaban avanzar más rápido para cada miembro del equipo. Pasados aproximadamente 30 minutos más al fin el equipo se encontró.

— ¡Amigos! —exclamó eufórico Simón al encontrarse con todos, al verlos corrió de inmediato abrazar a Emmanuel.

— Hola, Simón —respondió.

— Simón, déjalo ya —habló Dante.

— ¡Dante! —el chico movió su gesto de felicidad hacia el guardián.

— ¡Chicos! —la voz de Thelma alertó a Dante, el cual sin discutir dirigió su mirada hacia la chica, aún siendo abrazado por el menor.

— Hola —dijo Dante casi susurrando hacia Thelma, ella se había acercado a Emmanuel.

— No sabes lo mucho que me preocupé de todos ustedes —dijo Simón.

— Tienes tres segundos para soltarte —exigió el guardián.

Tras varios saludos y abrazos de alivio por parte de cada miembro del equipo, el líder comentó que no podía quedarse todo el día allí y era mejor seguir avanzando hacia el origen del sonido del agua, para ese momento se escuchaba más cerca.

Caminaron por casi un kilómetro cuando frente a sus ojos la cueva llegaba a su fin y lo notaron al observar decenas y decenas de enredaderas de hojas, aparentaban una enorme cortina de hojas por donde una luz se escapaba por los espacios vacíos de las hojas. Esa obra de la naturaleza era digna de observar con detenimiento.

— Es mejor seguir caminando —dijo Dante.

— Y si hay algo malo detrás de eso —habló Thelma.

— No se escuchan más voces, por lo que es probable que no haya más personas —comentó Alex.

— ¿Simón tienes alguna idea de qué es esto? —preguntó Emmanuel.

— Nunca había leído sobre cuevas subterráneas en Condere.

— Bien, lo vamos a descubrir —la chica tomó la iniciativa y avanzó primera.

El resto del equipo avanzó con ella, al cruzar de manera sigilosa por la cortina de hojas, se quedaron más impactados por lo que las hojas escondían. Frente a ellos se levantaba un árbol enorme, de al menos 10 metros de altura; sus ramas avanzaban por varios metros formando en lo más alto de tronco una especie de domo que cumplía la misión de esconder ese pequeño paraíso.

Justo detrás del majestuoso árbol se lograba visualizar una laguna. Del lado izquierdo se alzaban un par de rocas que formaban una hermosa cascada, lo curioso es que el agua de caía de allí no tenía un lugar de origen, simplemente caía por arte de magia.

— ¿Dónde estamos? —preguntó incrédulo Simón.

— Es hermoso —comentó Thelma.

— Nunca había visto algo así en mi vida —dijo Alex mirando todo a su alrededor.

— Es el árbol —Emmanuel dio algunos pasos para acercarse más al árbol.

— ¿Qué dices? —Dante lo siguió.

— Es el árbol que vio mi tatarabuela en sus sueños, es el de la leyenda.

— Emmanuel es imposible —Dante estaba por seguir con su comentario cuando sus ojos al fin se enfocaron en el árbol.

— ¿Qué pasa? —Emmanuel miró a su amigo.

— ¿Thelma? —Alex preguntó al ver a su amiga.

Ambos estaban en trance mirando detenidamente al árbol, de manera inconsciente caminaban para estar más cerca del tronco, por más que sus amigos lo llamaban, ellos no reaccionaban. Una vez que ambos estuvieron frente al tronco los dos al mismo tiempo levantaron su mano y la colocaron en la madera.

El portal que nos unióDonde viven las historias. Descúbrelo ahora