— Creo que hacía mucho tiempo que no dormía tan bien —dijo Thelma extendiendo sus brazos desde el suelo.
— Yo creo que es porque tenías a dos guardianes cuidándote —añadió Emmanuel mirando a la chica con una enorme sonrisa.
— Tal vez era eso o era por lo que escuchaba en la noche.
— ¿Qué se escuchaba? —Simón se incorporó a la conversación.
— ¿En serio no lo notaron?
— Nadie escucha las voces de tu cabeza enana —dijo Dante desde el fondo del grupo.
— Ja, que gracioso. Pero no, es que no se escuchaba nada.
— ¿Qué? —preguntó Emmanuel desconcertado por la respuesta de su compañera.
— Es que es mi mundo, todo el tiempo hay ruido, sino es por los carros, son los vecinos con su música o los cuetes.
— ¿Qué son cuetes? —preguntó Alexander.
— Ah, son...
— A lo que la señorita Thelma se refiere son a los cohetes, son un tipo de dispositivos pirotécnicos usados normalmente con fines estéticos, de entretenimiento o de celebración. Al referirse a la pirotécnica, hago referencia a una tecnología relacionada con la combustión, en su mayoría explosiva.
— Ah, sí, son básicamente eso —dijo Thelma tratando de procesar todo lo que el pequeño Simón había dicho.
— ¿Entonces son como pequeñas explosiones en el cielo? —preguntó el príncipe demostrando mucha curiosidad sobre el tema.
— Exacto y es posible ver cómo el cielo se ilumina de diferentes colores —respondió la chica.
— No creo que eso sea posible —añadió Dante tratando de apagar la ilusión del grupo.
— Pues es real y Simón lo confirma.
— Lo aceptaré hasta que lo vea con mis propios ojos.
Para ese momento de la conversación, Dante y Thelma se encontraban mirando directamente a los ojos, como si otra pelea entre ellos estuviera a nada de empezar, hasta que el príncipe los calmó y les pidió que comenzaran a caminar para que llegaran lo más pronto posible al otro pueblo que sería Daroca.
— Antes de que empecemos el camino, necesito hacer algo —hablo la chica.
— ¿Hay algo más importante que la misión en la que nos encontramos? —respondió Dante.
— Claro. El bienestar de los integrantes del equipo.
— ¿Qué necesitas? —preguntó Emmanuel.
— Necesito, ya saben. Hacer mis necesidades.
— Bien, pues hazlo —Dantes se detuvo y miró a Thelma.
— No lo voy hacer aquí.
— No hay otro lugar, estamos en medio del bosque.
— Me parece que Dante quiere decir que esperaremos a que hagas tus necesidades antes de seguir caminando —dijo amablemente Emmanuel, como era costumbre.
— Bien —la chica giró sobre sus talones y comenzó a caminar.
— ¿A dónde vas? —preguntó el pelinegro.
— ¿Quieres que te describa con detalle lo que voy hacer?
— No. Pero quédate a la vista de todos.
— ¡Eres un pervertido!
— Bien, iremos directos a la biblioteca del pueblo para saber si aquí tiene algún otro ejemplar del libro —explicó Simón a los demás.
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El portal que nos unió
FantasyElla siempre vivió tras la sombra de su hermana, por más que se esforzara siempre era ignorada u olvidada y por eso la odiaba, pero eso cambió con la llegada de un par de chicos que no eran de su mundo. Eran de un mundo que conocía por relatos de su...