— ¿Thelma? —el pelinegro movía su mano frente al rostro de la chica esperando a que respondiera.
— Lo siento, me distraje.
— No sé en qué estabas pensando, pero ya llegamos.
Thelma alejó su vista de los ojos del chico y se encontró con cientos de árboles, nada fuera de lo común, ella esperaba alguna vista hermosa.
— ¿Es lo que me querías enseñar?
— No, solo te traje aquí para estar lejos de los demás.
— ¿Por?
— Por esto —sus brazos rodearon a la chica por la cintura y atrajeron su cuerpo hacia el de él.
— ¿Qué haces? —preguntó Thelma extrañada por el comportamiento de Dante.
— Es un simple abrazo.
— ¿Y por qué?
— Quiero que sepas que eres una persona maravillosa y lamento todo lo que viviste en tu mundo.
— Dante.
— No digas nada, solo disfruta de este momento, porque estoy seguro que mañana no recordaré nada.
— Entonces es tu momento de honestidad. Puedo soportarlo.
— Toda mi vida pensé que estaría solo, pero llegaste tú y poco a poco se fue formando mi nueva familia. Todo gracias a ti.
— No creo que haya sido gracias a mi.
— Claro que lo fue, Emmanuel se está convirtiendo en el rey que debería ser, Simón nunca había sido tan valiente en su vida, de Alex no sé nada y bueno, yo estoy viendo por fin la realidad de las cosas.
— ¿Cuál es la realidad?
— Que todos merecemos experimentar el amor.
— ¿En serio?
— Por supuesto, es algo tan hermoso.
— Creo que estás muy borracho —Thelma se liberó del abrazo y se dispuso a regresar con los demás.
Dante miró por su segundo el espacio que había dejado el pequeño cuerpo de la chica, alzó la mirada y observó cómo se alejaba de él.
— Oye —el chico la siguió.
— Debemos descansar, Dante.
— Pero no he terminado de hablar.
— Yo creo que sí.
Al terminar esas palabras la chica se vio interceptada por el cuerpo de Dante, había aparecido de la nada frente a ella. Lo miró esperando a que dijera algo aunque no dijo palabra algo, únicamente la miraba detenidamente.
— ¿Qué estás haciendo?
— Eres hermosa.
— ¿Qué? —el rostro de la chica se sonrojó al escuchar esa declaración.
— Lo eres, cada rasgo de ti es hermoso, tu cabello, tus ojos, tus labios y no quiero sonar irrespetuoso, pero tu cuerpo también. Eres hermosa y alguien debía decirlo.
— ¿Qué quieres lograr al decirme todas estas cosas?
— Nada, bueno, sí quiero algo.
— ¿Y es?
— Me gustas Thelma.
Esas palabras bastaron para detener el tiempo a su alrededor o es lo que ella sintió. Podía sentir cada latido de su corazón y eran demasiados por la emoción de la declaración, sumándole el hecho de que su rostro se había vuelto completamente rojo.
— Creo que me gustaste desde el día en el que me golpeaste, en ese instante sentí algo dentro de mí, algo nuevo y desagradable al principio, pero con cada minuto que pasaba a tu lado esa sensación se intensificaba y quería saber qué era esa sensación. Fue hasta que estuvimos en la cueva que supe lo que había estado sintiendo todo este tiempo.
— Era amor.
— Exacto. ¿Cómo lo sabes?
— Porque también lo sentía.
El rostro de Dante se iluminó, miró a la chica que tenía frente a él y la besó. Un beso que ambos habían estado esperando toda su vida y que cambiaría su visión sobre el amor y la vida.
Esa demostración de amor bastó para que aceptaran las palabras declaradas en la cueva. Ambos estaban destinados a estar juntos, nadie podría decir lo contrario ya que el corazón de ambos latían en sincronía con el otro.
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El portal que nos unió
FantasyElla siempre vivió tras la sombra de su hermana, por más que se esforzara siempre era ignorada u olvidada y por eso la odiaba, pero eso cambió con la llegada de un par de chicos que no eran de su mundo. Eran de un mundo que conocía por relatos de su...