Encuentro con la realeza

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— ¿Te divertiste, Thelma? —preguntó Emmanuel mirando la enorme sonrisa de Thelma.

— Sorprendentemente sí. Nunca me habían invitado a bailar.

— Porque lo haces pésimo —dijo Dante.

— Bueno, para la próxima porque no aceptas bailar por mi, gigantón.

— Ja, Dante no mueve ni un dedo de sus pies. Debiste verlo cuando cumplí 21 años, por más que mi madre le enseñó semanas antes a bailar, él no pudo con una sola pieza.

— Eso no es verdad.

— Pues yo le creo a todo lo que diga el príncipe.

Caminaron hasta el castillo conversando sobre el reino de Lederman, Thelma estaba fascinada de aquel lugar y estaba convencida que ese lugar tenía algo que la hacía sentir como en casa, a pesar de estar en otro mundo completamente distinto al suyo.

Desde las personas, los paisajes y el ambiente de aquel lugar, todo la hacía sentir bien y tranquila; al principió pensó que se volvería loca con las personas de ese lugar, en cambio, al platicar por unos minutos con algunos podía sentir como si ella fuera otra pobladora de Condere, como si toda su vida hubiera vivido allí.

Seguía pensando que algo en ese lugar la quería allí, aún no sabía que era, pensó que tal vez era magia, si cruzó por un portal, la magia definitivamente existía en ese lugar. Se sorprendió al no ver hadas o unicornios como en los cuentos, pero eso no le descartó la idea de que ese lugar escondía magia de verdad y estaba dispuesta a conocerla.

— Me alegra que hayan llegado, porque no quería mandar a buscarlos —dijo la Reina.

— ¿Qué pasa madre?

— Es momento de presentar a Thelma a nuestros invitados —respondió el rey.

— ¿Yo?

— Por supuesto que a ti, querida, eres la razón de está enorme fiesta.

— Las personas más influyentes de los tres reinos están aquí para poder conocerte.

Tras escuchar esas últimas palabras por parte del rey, Thelma se había olvidado de la fiesta, había olvidado que sería presentada a partir de ese momento como la futura esposa de Emmanuel y la próxima Reina de Lederman.

Comenzó a ser arrastrada al enorme salón de baile, mientras los reyes le daban un breve resumen de todos los invitados que se encontraban esa noche, Emmanuel trataba de que sus padres dejaran a Thelma, insistiendo en que no quería que la presentaran a todo el mundo y mucho menos como su futura esposa.

El camino duró al menos unos cinco minutos, entre reclamos y la explicación del origen de como 10 familias feudales, Thelma disfruto ese recorrido, era la primera vez que caminaba por ese lado del castillo. Caminaron por un largo pasillo que en sus paredes laterales se encontraban enormes pinturas en lienzo que merecían ser observadas con más detenimiento. Fue hasta que llegaron a una enorme puerta de color blanco, allí la Reina le anunció a dos guardias que se encontraban frente a la puerta que era el momento.

Uno de los guardias entró al cuarto y el segundo que tardó en entrar dejó que la música del interior se escuchara, alertando a Thelma que era el momento.

— Espero que toda la discusión que nos diste se haya terminado Emmanuel —dijo el rey.

— Hijo, todo el mundo está esperando con ansias conocer a Thelma.

— Pero la van a presentar como mi esposa.

— Pues es lo que es.

— Mi señores, llegó el momento —anunció el guardia.

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