Orejas rojas

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Thelma se encontraba en la enorme cama sentada en la orilla, con los pies juntos y sus manos sobre sus muslos, traía puesta su mochila, lista para salir de ahí.

Pensó en todas las posibilidades para escapar. La ventana fue la primera opción, pero quedó descartada al ver la altura a la que se encontraba, aunque atara todas las sábanas y cobijas de su cuarto aún estaría lejos del suelo. También pensó en llamar la atención del guardia y dejarlo inconsciente para así escapar, pero esa idea también quedó descartada al no recordar por dónde estaba la entrada del castillo, era imposible recordar entre tantos pasillos y escaleras el camino correcto para salir de ahí.

Por más que forzaba su mente a pensar en un plan de escape, su mente no trabajaba como ella esperaba, comenzó a inspeccionar cada centímetro del cuarto, tal vez encontraría una puerta secreta que la llevaría fuera del palacio. El ruido del movimiento de los muebles provocó que Alexander entrara a la habitación.

— ¿Señorita Andrade, todo bien?

Al no recibir respuesta anunció su entrada a la habitación.

— Ah, hola.

— ¿Todo bien?

— Sí, es que estaba investigando todo lo que hay en el cuarto, para nada se parece al mío.

— Ya veo, pues la dejo, buenas noches.

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

— Por supuesto, espero poder ser de ayuda.

— ¿Todo el mundo espera que Ema, digo, el príncipe Emmanuel se convierta ya en rey?

— La verdad es que el príncipe Emmanuel es querido por todo el pueblo e incluso es conocido en los otros dos reinos, así que la respuesta es sí.

— Uf, bueno, gracias por su sinceridad.

— Fue un placer —dijo Alexander haciendo una reverencia para salir de la habitación y volver a su guardia.

Al escuchar esas palabras, Thelma no pudo seguir buscando una salida, así que decidió descansar y mañana seguiría ideando un plan para regresar a su mundo. Por más que buscó entre los cajones no logró encontrar algo cómodo que le sirviera de pijama, todo lo que estaba ahí simplemente no sabía como usarlo o en qué parte del cuerpo iba, así que optó por quedarse en ropa interior, al cabo que nadie entraría a su habitación.

Se lograba escuchar el canto de algunos pájaros entre la voz de varias personas o eso es lo que percibía aún dormida Thelma, comenzó a abrir los ojos y se sentó en la cama, esperando saber la razón del ruido que no la dejaba seguir durmiendo.

— Señorita Thelma —escuchó la voz de una señora.

— Mmmm —pronunció la chica estando aún dormida.

— ¡Dante sal de aquí ahora! —dijo la señora Alicia.

En la puerta se encontraba Dante con su cara completamente roja.

— ¿Qué pasa? —preguntó Thelma con los ojos ya abiertos.

Alicia la miró a los ojos y comenzó a bajar su mirada hasta que se detuvo en su pecho, Thelma hizo lo mismo y al fin pudo entender por qué el escándalo.

— ¡Ah! —Thelma jaló todas las cobijas y se tapó hasta la cara.

— Dante es mejor que olvides lo que acabas de ver y no se lo comentes a nadie ¿entendiste? —la voz de la señora Alicia sonó tan seria y amenazante que hizo que el guardián se quedara sin palabras.

— ¿Todo bien? —preguntó Alexander.

— Yo, sí, necesito salir —dijo el guardián ocultando su rostro completamente sonrojado.

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