capítulo 9

844 79 7
                                    

Ciudad de Tokio….

Era todo lo opuesto a Grecia. Iluminada, llena de edificios. Más actualizada que cualquier otro lugar. Sus calles eran invadidas por la población. Encontrabas mucha diversidad en este sitio. Especialmente por las noches. Ahí si se admira la verdadera belleza de Tokio. Aunque, yo la odiaba. Odiaba todo lo que tuviera que ver con aglomeración de personas.

La última vez que viaje aquí no salió muy bien. Voy camino a una reunión con mi socio el señor Utashi. Al parecer, hubo un problema con la mercancía, algo que en mis pocos años en este mundo, había ocurrido.  Siempre he sido puntual en cuanto a los negocios. Los encargos, pero resolvía. Al principio cometí muchos errores que me costaron demasiado, con el tiempo, fui mejorando. Exigiéndome cada día más la perfección. No seguir cometiéndolos.

Lección 1:" para que las cosas salgan al pie de la letra, debes esforzarte y hacerlo tu misma".

Nos detuvimos frente una mansión que para mí, en lo personal, era demasiado ostentosa, muchos lujos.

Mi familia me ha enseñado a ser humilde desde que tengo uso de razón, los lujos nunca llamaron mucho mi atención. Las personas suelen señalarme pero no me importa lo que digan de mí. Mi conciencia está tranquila y eso es suficiente para mí.

Bajo de la camioneta dirigiéndome al sótano de la mansión, donde yace encontraban los señores Utashi , algún que otro socio, y los escoltas. Es por seguridad reunirnos en el sótano. Un atentado y bueno. Ustedes entenderán.

—ウタシ様、義勇様....

El señor Utashi me miraba con una expresión neutra, mientras que su hijo me regalaba una sonrisa. En nuestros negocios la falta de ética y moral no era algo que tomábamos a la ligera.

—¿Creí que seríamos solo los tres?—cuestiono al ver el resto del personal.

—Y así será, ellos solo quieren hablar contigo...Proponerte un negocio—respondió el mayor de los Utashi.

Analizaba a cada uno de los presentes en la junta. Eran cuatro socios, sin armas, mismas facciones asiáticas, dos eran mayores que los otros. Los escoltas nos rodearon, tenían sus armas en frente donde reposaban esperando la señal de abrir fuego. Todas calibre. 22, su bala era más letal que la de cualquier otro. Sin contar las armas clase 5.

—¿Qué clase de negocio?—pregunté al personal.
Se miraron entre sí para luego darle la palabra a uno.

—Queremos traficar mercancía a España, le ofrecemos el veinte porcentaje del contrabando más un extra si se vende en menos de una semana—informa quien ha tenido el voto del habla.

Veinte por ciento, es muy poco para lo que normalmente gano.

—¿De cuanto estamos hablando exactamente? Porque suelo ganar mucho más que eso, y solo tráfico al menos cien toneladas por mes. Así que , no me hagan perder el tiempo—respondí de mala gana.

Estaban perplejos ante mi confesión, ¿Qué creían?¿Qué por ser mujer vendería menos? Sin duda son unos idiotas.

—Le ofrecemos el cincuenta por ciento si nos entrega 300 millones al mes—negocia uno de los acompañantes al ver que su amigo ha jodido su trato.

¿300 millones? Es aceptable

—¿Exactamente, de que tipo estamos hablando? ¿Cocaína? ¿Metanfetaminas?...

Giyu me mira con un semblante serio muy poco común en el, los señores rieron entre sí junto al señor Utashi. No entiendo ni un coño. Y dada su reacción no es algo bueno.

—Eso es lo que le queríamos informar señorita Argent, no queremos traficar ninguna droga —dice uno de los mayores.

—¿Armas?—fruncí el ceño.

—Mujeres, señorita Argent. Nuestros negocios se basan en la venta de mujeres.

Están enfermos si creen que aceptaré esa propuesta

—No.

Última palabra...

—No voy a traficar a mujeres inocentes que merecen vivir una mejor vida, lejos de enfermos como ustedes que solo buscan saciar su maldita hombría, cuando pueden usar hasta su mano para darse placer si es lo que desean—suelto con rabia y asco—. Pero por desgracia este mundo esta más podrido que un cadáver de cinco días. Torturando a jóvenes inocentes, Arruinando sus vidas, mostrándoles lo peor cuando ni siquiera saben lo que es la vida —no tenía palabras par describir como me sentía en estos momentos—. Como mujer me siento ofendida ,como socia solo me provoca es enterrarles una bala en la frente a cada uno y aún así es poco de lo que deberían sufrir.

Jamás en mi vida estaré de acuerdo con el tráfico de mujeres o niños. Ni de cualquier persona. Nuestra virtud, nuestra inocencia, nuestra esencia, nuestra paz, no es algo que tenga precio. Nos pertenecen a nosotros, a nadie más. La única persona que tiene el poder sobre ese derecho es el mismo ser humano.

Los escoltas me apuntaron con las armas mientras que la rabia me consumía cada vez más rápido. Los demonios que estaban dormidos han  dejando el infierno en absoluto tormento. Mi pecho subía y bajaba con rapidez, mis nudillos dolían debido a la presión que estaba haciendo. El señor Utashi miraba iracundo a sus amigos quienes sonreían con malicia y autosuficiencia.

Machistas de mierda

Esa era una de las tantas razones por las que odiaba a los japoneses. Los hombres se creen intocables por ser ellos quienes portan el cargo de su familia. Son quienes trabajan por el bienestar y velar de sus parientes. Humillando a sus esposas cuando pueden solo por el hecho de llenar su ego. Maltratando a sus hijos, obligándolos a una vida injusta e infeliz.

—武器を置いてください!....

Al parecer, hubo cambio de bando por parte de la seguridad Utashi.

1:La Muñeca de la mafia [Mentiras Y Secretos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora