Capítulo 42

604 66 6
                                    

+18

—¡¿Que le ha pasado en la cara?!—el horror del rostro de Karl me indica que el golpe ha sido peor se lo que creí.

En pocos términos un escolta me golpeo mientras que su señor por poco me deja sin labios

—¡Shhh!—siseo—No quiero que Eros me vea así. No al menos que haya cubrido el hematoma con maquillaje.

Si es que logro hacerlo, soy pésima en el maquillaje. Puedo usar cualquier arma, asesinar sin problema. Pero hacerme un maquillaje, prefiero que me manden a la milicia.

—El amo esta enojado, dudo que la deje pasar por alto—confiesa y mi ansiedad aumenta—De hecho, va a salir a buscarla.

¡¿Que?!

Corro a la casa para intentar ocultarme en mi oficina. No me buscará ahí, sabe que no estoy en casa.

Supongo que no sabe

Pero, algo me delata

La camioneta

Escucho pasos acercarse al pasillo, me detengo para escuchar las pisadas fuertes que hacen eco. Son apresurados, furiosos. Doy vuelta y me dirijo a la cocina para esconderme. No es por ser cobarde, solo no quiero pelear a estas horas. Es la 4000 horas de la madrugada. Por ende, tengo sueño.

Me agacho detrás de la isla y espero a que salga para irme a la habitación. Los pasos se escuchan lejos. La puerta principal se cierra y....

Silencio...

Silencio absoluto. Me asomo para confirmar estar sola. Suelto un suspiro para levantarme y abrir el refrigerador para beber agua. Buscaría un vaso pero me da pereza. Bebo directo de la jarra para dejarla al terminar de beber. Un cañón se posa en mi nuca, erizando mi piel ante el acto.

No escuche la puerta abrirse. Las camionetas se habían ido, Karl y Beatriz no están. Tampoco oí pasos acercarse.

El sonido del seguro siendo quitado. Como la presencia impotente se acerca a mi hasta quedar a roces. Levanto mis manos a mis lados. La puerta es cerrada con fuerza, haciendo temblar el lugar. El cañón viaja desde mi nuca hasta mi cabeza. Voy a morir.

A morir en mi propia casa

—Τρεις μέρες σου είπα...τρεις καταραμένες μέρες..

Trago grueso al escuchar el tono  ronco y viril de mi esposo. La rabia, furia y odio, no alcanzan para describirlo.

Intento dar vuelta pero solo logro ser pegada al refrigerador, se pega a mi para evitar que me valla o aleje.

—¿Creiste que no escuche la puta camioneta, Argent?—el arma ahora va a mi cien con fuerza.

—Ese era el plan.

Baja el arma y recorre todo mi cuerpo con la punta de ella. Acaricia mis piernas, mi abdomen, sube por el medio de mis pechos hasta frenar debajo de mi mandíbula. Lleva puesto guantes negros de cuero. Un abrigo del mismo tono, coloca el seguro pero no aparta el arma.

—Cuando te de una orden. La acatas—anuncia hostil—Te dije tres días, no cuatro ni cinco. Tres.

Miro mis pies para luego mirar los de el. Esta todo de negro. ¿Acaso me va a matar y se vistió de negro por ello?.

1:La Muñeca de la mafia [Mentiras Y Secretos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora