1:La Muñeca de la mafia [Mentiras Y Secretos]

capítulo 12

Agente

—¡Muy bien señoritas, ya saben lo que hay que hacer!.

—¡Si señor!...

Nos preparábamos para una misión. Nos había llegado la noticia de el tráfico de mujeres en Japón, nos tomó al menos dos días en realizar un operativo. Debíamos estudiar muy bien las casas, el terreno, la seguridad. Eran alrededor de las tres de la madrugada, si queríamos entrar en territorio enemigo sin ser detectados esta la era la única manera.

—Diez minutos para saltar....

Mi escuadrón dejo sus asientos para posicionarse en dos filas, la compuerta del avión se abrió dejándonos una absoluta oscuridad de vista.

—¡¿Están listo?!....

—¡Si señor!—cantaron al unísono.

—¡Bien, andando!...

Uno por uno fueron saltando del avión. Extrañaba las misiones, la adrenalina en mi cuerpo, era la mejor droga para mí. Ya todos fuera, era mi turno. Respire hondo, solté el aire de mis pulmones... Y salté.

El aire frío golpeaba mi cuerpo, active la luz infrarroja en mi máscara para obtener una mejor vista. Mi equipo habían formado un círculo en el aire. Junte mis pies y mis mano quedando como una plancha para poder ir hacia ellos sin perder el control.

—¡De acuerdo, esto es sencillo, ya hemos echo esto miles de veces, así que por favor no quiero errores!—hablé por el micrófono.

Todos asintieron, esperamos al menos una distancia prudente para abrir los paracaídas.

Uno por uno, abrieron los paracaídas. Llego mi turno, lo hice y comenzamos con la misión..

♤♤♤♤♤

La ubicación era una completa locura. El tráfico de mujeres era horrible, mujeres, jóvenes que alejaban de su familia para traerlas a un maldito infierno. Miraba a mi alrededor, todo estaba oscuro. La noche era fría, la luna al igual que las estrellas iluminaban el cielo. Llevábamos al menos unos veinte minutos caminando a las coordenadas de la casa.

La mayoría de los dueños de estas casas tienen sus propiedades fuera de la ciudad para no tener problemas con la ley; ni lidiar con el problema de algún escape. Esto era como las carreras clandestinas.

—Señor.... a las doce—uno de mis hombres informó.

Mire en dirección y podíamos ver la casa. Levante mi puño como señal de alto. Gire a mi escuadrón quienes esperaban mi orden para actuar.

—¿Noticias de escuadrón dos y tres?—,pregunté.

—En posición, señor—respondió mi compañero.

—Muy bien, ¡hoy libramos a personas que encadenaron a la fuerza y en contra de su voluntad! No quiero errores—dije.

—Señor, cámaras desactivadas...

—¿Listos?...

Asintieron...

《Hasta aquí llegaron malnacidos》.

—¡En marcha!.

Iniciamos la operación, los escuadrones poco a poco eran visibles con cada paso que daban a la casa. La música estaba a todo volumen. Las armas tenían sus silenciadores listos. Derribamos a la vigilancia sin levantar sospechas. Éramos alrededor de cincuenta personas incluyéndome.