Extra VI

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Eros

Mis hijos son preciosos. Esos cabellos amarillos. Ojos verdes cómo los míos. Piel blanca, tan pálida como la nieve. Ambos descansan en la misma cuna. Uno al lado del otro. Verlos dormir se ha vuelto mi pasatiempo favorito. Junto a su madre.

Pasaron dos semanas. Dos semanas en las que Psique estuvo en coma debido al maldito de Dominik. Tenía a mí mujer. La hirió. La golpeó sabiendo su estado. Apreto los puños en el borde de la cuna de oro de mis pequeños invasores. Mi Hades y mi Ares. El monitor a un lado, indica que sus latidos son normales, igual que sus pulsos. Cuando nacieron, fué en un helicóptero. Llegamos a la clínica y los tratamos a los tres rápido.

Mi miedo crecía, no por los dos demonios de cabellos rubios. Sino por la diosa que había perdido su pulso. Shein jugaba mucho con la maldita muerte. Y esta vez, como las veces anteriores. No permitiría que me la arrebataran.

-Los amo -susurro a los bebés-. Mucho, pero tendremos que hablar con respecto al tiempo que me van a quitar, porque su mami es mía.

Salgo del cuarto de mis hijos para ir con la dueña de mi corazón. Abro la puerta de nuestra habitación y ahí está ella. Tiene tubos conectados a sus vías. Bolsas con suero y sangre. Una sonda para evitar que contraiga líquidos en su vejiga. Tiene el cabello un poco largo. Perdió demasiada sangre cuando la encontré. Los médicos de mierda dijeron que harían lo posible por mantenerla estable. Y así lo hicieron.

Tuve que amenazarlos para que cooperarán

-Nuestros pequeños están bien -sujeto su mano-. Son hermosos como su padre. Por lo que, serán atractivos y grandes.

Sus párpados cerrados me angustian. Quiero que los abra. Qué me mire. Mirarme en sus ojos. Que vea a los intrusos y me diga que no son idénticos a mí.

Mierda mujer, abre los ojos

-Me he encargado de tus patrimonios -beso su mano-. No entiendo una mierda con los Italianos, así que Lorenzo se ocupa de él. El miope con el Japonés y yo con el español. Así que, no te han dejado sin nada, aún.

Hablo por horas y horas. La noche ha caído y mis hijos lloran con desespero. Karl llega con Beatriz para ayudarme con las maquinas de llanto. Suspiro al ver que estos no son de pila. Esos que apagas y listo.

-Tienen hambre -musita Beatriz con Hades en sus brazos.

De los dos, Ares era más pacífico. Solía ser más tranquilo. Sonriente. No daba tanto dolor de cabeza como Hades. Ese niño lloraba hasta por mirarlo. Jalaba del cabello a su hermano. Reía con maldad.

Una versión de mí

-¿El biberón? -lo busco por la habitación.

-Aquí están amo.

Karl trae dos biberones. Le pasa uno a su compañera, visualizo una chispa entre ellos. ¿Acaso?. Joder, ¿Enserio?.

Beatriz ayuda alimentando a Hades. El pequeño deja de llorar por unos segundos, hasta que se saca la mamila de la boca para llorar. Ares, me mira con esos ojotes verdes. Veo la curiosidad en ellos. La inocencia. El amor que siento por ellos y por Psique.

-Gracias a los dioses tu no lloras -le digo y me sonríe.

Bastardo mimado

1:La Muñeca de la mafia [Mentiras Y Secretos]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora