CAPÍTULO 11

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Alexandre había sido dado de alta, y con los días se fue sintiendo mucho mejor; lo único que le impedía ser completamente independiente era el maldito yeso de la pierna, que según el doctor Batista, todavía debía esperar una semana más para poder retirarlo.

No le gustaba que su madre lo tratara como a un lisiado y que lo visitara más de lo deseado, algunas veces en compañía de Luana, para dejarle todo preparado, como si fuera un anciano que no podía valerse por sus propios medios.

Sentirse limitado lo había vuelto más cascarrabias, y algunas veces no era lo suficientemente agradecido con las personas que lo estaban ayudando. Suponía que su malhumor no era exclusivamente debido a su lenta recuperación, sino porque no había hallado una manera de comunicarse con Elizabeth; y estaba seguro de que ella debía estar pensado de él lo peor, que la había olvidado, pero ni siquiera durante su inconciencia logró hacerlo, porque mientras estuvo en coma, soñó un par de veces con ella; era lo más nítido que tenía en su memoria.

Estaba sentado en el sofá, mirando sin realmente ponerle atención a la programación, solo esperaba ansioso la llegada de Moreira. Debía aprovechar que estaba solo para poder hacer lo que tenía planeado, porque estaba seguro de que su madre no le iba a permitir hacer tal cosa, y ella no debía tardar en aparecerse con la cena.

Segundos después Moreira entró para acabar con su preocupación.

—¿Lo trajiste? —preguntó echándole un vistazo al bolso deportivo del moreno.

—Sí, aquí está, pero sigo pensando que es una locura, ¿por qué mejor no vas al hospital y dices que ya no soportas esa mierda? —propuso dejando caer el bolso en el sofá al lado de Cobra.

—Porque no importa lo que diga, no me lo van a quitar —aseguró abriendo el maletín y sacó el esmeril manual que le había solicitado—. Conéctalo. —Le pidió ayuda, porque para poder hacerlo él mismo debía ponerse de pie, y eso le llevaría mucho más tiempo.

João acató la petición y en segundos el ruidoso sonido del aparato irrumpió en el apartamento.

Alexandre intentaba deshacerse del yeso con el cortador eléctrico, pero con cada segundo que la hoja de acero rozaba, el calor dentro de la escayola aumentaba.

—Mierda..., mierda. —Se quejó ante el quemón que sentía al cortarlo.

—Como Arlenne se entere de que fui yo quien te trajo el esmeril me cortará las pelotas.

—No te preocupes por Arlenne, de ella me encargo yo —dijo tomándose un poco de tiempo para que bajara la temperatura.

Después de varios minutos, en los que João lo veía sufrir, le sugirió otra opción.

—Creo que es mejor si remojas el yeso, supongo que se ablandará.

—Sí, es buena idea. —Agarró las muletas que estaban a un lado del sofá, y con la ayuda de su amigo se levantó. Se fue al baño, donde puso a llenar la tina—. Trae el esmeril. —Le pidió, porque no pensaba hacer el recorrido una vez más con el maldito yeso puesto.

Se sentó al borde de la bañera y metió la pierna debajo del chorro de agua, esperando que se ablandara.

Moreira llegó y conectó, dejándolo cerca de Alexandre.

—Espero que no te electrocutes, ya burlaste a la muerte una vez, no creo que permita que te le escapes a la segunda.

—Sé lo que hago. —Estaba impaciente—. Por cierto, busca en ese mueble, donde están los frascos de medicamentos.

João abrió el cajón, encontrando varios potes y cajas con medicamentos.

—¿Qué quieres que haga?

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora