PRÓLOGO

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El vuelo de la aerolínea Portugália, proveniente de Lisboa acababa de aterrizar en Río de Janeiro, provocando que la mezcla de emoción y nervios en Naomi alcanzara sus niveles más altos; estaba temblando, no podía controlar la sonrisa ni los fuertes latidos de su corazón mientras se aferraba a la chaqueta de cuero color chocolate.

Apenas el avión se detuvo se quitó el cinturón de seguridad y se levantó de su asiento, buscó en la cabina superior su equipaje de mano y esperó ansiosa a que abrieran.

Cuando por fin pudo salir, se sintió aliviada de poder caminar y estirar las piernas después de permanecer sentada por casi diez horas, solo esperaba que valiera la pena y que Oliver fuese tan encantador en persona como lo era a través de una pantalla.

Al pasar por migración le preguntaron el motivo de su visita, quiso gritar a los cuatros vientos que ahí la esperaba el amor de su vida, pero prefirió solo decir que su estadía era por vacaciones.

Antes de salir de aduanas decidió entrar a un baño, porque necesitaba desesperadamente arreglar su presencia, jamás se permitiría que Oliver la viera como estaba, un completo desastre.

Frente al espejo se animó a dejar de lado los nervios, ya que había hablado bastante con él y existía la confianza suficiente como para que consiguiera controlar sus emociones.

Cuando estuvo satisfecha con su aspecto caminó a la salida. No tuvo que buscar mucho para dar con su amor cibernético, era más alto de lo que imaginaba, y de un porte mucho más fuerte, con una sonrisa que provocó que las rodillas empezaran a temblarle mientras avanzaba.

—Hola —dijo llegando hasta él, perdiéndose en esos ojos grises que lucían mucho más claros en persona.

—Hola. —Se acercó y le plantó un beso en cada mejilla, sorprendiéndola gratamente—. ¿Cómo estuvo el viaje? Permíteme ayudarte. —Se ofreció tomando la maleta.

—Gracias —dijo sonrojada y extasiada con el seductor perfume de ese hombre. Era mucho más de lo que había imaginado; definitivamente, la cámara no le hacía justicia—. Bien, tranquilo, aunque hubo momentos en los que pensé que nunca llegaría —comentó caminando a su lado.

—Supongo que estabas tan ansiosa como yo... —Guardó silencio por pocos segundos y la miraba a los ojos azules—. Realmente eres preciosa.

—Gracias. —Sonrojada se puso un mechón de pelo detrás de la oreja—. Tú también eres muy guapo. —Se aventuró a decir lo que pensaba.

—Gracias, ¿te quedarás conmigo? —preguntó por los planes que ya había hecho.

—Eh..., no sé... Creo que es muy pronto. Apenas nos estamos conociendo. Prefiero quedarme en un hotel, no quiero incomodarte...

—Jamás me incomodarías, si lo que más he deseado durante todo este tiempo es poder estar contigo. Anda, quédate conmigo, verás que la pasaremos muy bien... No te arrepentirás.

—De acuerdo, acepto. —Cedió con una sonrisa nerviosa, era la primera vez que se arriesgaba de esa manera, posiblemente estaba loca para irse con un hombre que tan solo conocía a través de internet, pero ya había viajado desde su país para conocerlo, ahora no iba a echarse para atrás.

—Así me gusta —dijo con gran entusiasmo al tiempo que llegaban al auto y guardaba la maleta grande en la cajuela, porque ella prefirió llevar su equipaje de mano en el asiento.

Como todo un caballero, se ofreció a abrirle la puerta, pero antes de que pudiera subir al auto la sujetó por el brazo e inició una caricia en ascenso, sin apartar sus pupilas de la boca provocativamente femenina; subió la mano hasta su nuca, para evitar que se alejara, y le plantó un tierno beso en los labios, que poco a poco fue ganando más terreno e intimidad.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora