CAPÍTULO 55

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Elizabeth tenía el corazón desaforado en la garganta, sus ojos saltaban de los celestes de su abuelo a los azules de su tía Sophia. Ya había soltado la lengua frente a ellos, le había contado todo sobre Alexandre y las incontables discusiones que había tenido con su padre, y cómo él, con su actitud, la había orillado a correr a los brazos del hombre que amaba, en busca del consuelo que necesitaba, pero también se estaba probando a sí misma que podría ser capaz de salir del seno familiar y hacer su propia vida.

Si bien sentía que se había quitado una tonelada de encima, el silencio en ambos despertaba la agonía que provocaba que retorciera insistentemente el cordón del lazo del jumpsuit floreado que llevaba puesto, y se recordaba una y mil veces que no debía comerse las uñas, porque su tía Sophia odiaba que lo hiciera.

Su abuelo carraspeó roncamente, estaba segura de que solo estudiaba las palabras que usaría en su regaño, el cual haría de manera educada, para no lastimarla. No pudo evitar tragar en seco.

—Sé... —Ella también carraspeó para aclarar su garganta casi cerrada por los nervios—. Sé que todos creen que Alexandre no es el hombre que merezco, porque económicamente no puede respaldarme, porque está a años luz de llevar la vida a la que estoy acostumbrada...

—¡Tonterías! —dijo su abuelo, como si esa palabra saliera con todo ímpetu de su ronco pecho—. La posición social es lo de menos. Cuando mis padres llegaron a este país, huyendo de la segunda guerra mundial, apenas tenían un par de semanas de haberse casado, no tenían nada... Mi padre con dieciocho y mi madre con dieciséis, eran solo un par de niños. Él empezó a trabajar como obrero en construcciones y mi madre se pasaba día y noche cosiendo, se esforzaron para criarme, para que yo pudiera estudiar. —Le mostró las manos ya con las evidentes huellas de la vejez—. Durante muchos años mis manos solo tenían el color y el olor de la grasa de las plataformas petroleras, sé lo difícil que es conseguir dinero, así que eso es lo de menos, una cuenta bancaria con una cifra indefinida no tiene nada que ver con la calidad del ser humano... Además, no necesitas un hombre que económicamente te respalde, porque tú brillas con luz propia, tienes tu propio negocio, eres una chica inteligente, trabajadora, preparada...

—Es lo que pienso avô, un hombre con dinero no asegura que sea bueno o respetuoso... —comentó y miraba cómo su tía asentía con la cabeza.

—Tampoco creo que tu padre le dé importancia a eso, lo que debes dejarle muy claro a ese hombre es que no podrá limitarte, mucho menos utilizar los ingresos económicos como una excusa para sentirse inferior y pedirte que dejes tu vida para acoplarte a la de él.

—Sé que Alexandre no lo hará, es bueno avô. —Trataba de convencer a su abuelo para que comprendiera que Alexandre era el hombre de su vida, para que le ayudara a hacerle entender a su padre que ambos se merecían.

—Otra cosa que debes tener muy en claro es que tu padre no es el villano de esta historia, él solo se preocupa por ti... Para el único hombre que eres totalmente irremplazable es para tu padre, para el único que vales más que su propia vida es para Samuel Garnett, él jamás dejará de amarte. En ningún momento llegará otra mujer que acabe con la ilusión que siente por ti, como algunas veces pasa con las parejas... Bien sabes que el amor a veces se termina, ese Alexandre podrá buscarse otra mujer, encontrar en otra lo que tú le ofreces, pero Samuel jamás encontrará otra hija... Lo que quiero decir es, que es estrictamente necesario que hagas las paces con él —dijo muy serio.

—Entiendo lo que me dices avô y en verdad comprendo a mi papa, sé que solo quiere mi bien, pero en esta ocasión no puedo obedecerlo, no puedo ni quiero alejarme del hombre que amo, que me hace inmensamente feliz. Así que prometo intentar arreglar las cosas con él.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora