CAPÍTULO 46

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Rachell entró a la habitación de Elizabeth sin avisar, no la encontró en la cama, tampoco estaba en la terraza; quiso correr a preguntarle a Esther por ella, pero antes de alarmarse más de la cuenta, abrió la puerta del baño y la encontró duchándose, inmediatamente sintió que el alma le volvía al cuerpo.

—Elizabeth. —A pesar de que el cristal de la ducha estaba empañado por el vapor, podía ver su silueta y escucharla sollozar—. Cariño. —Volvió a llamarla.

—Quiero estar sola mamá —dijo con la voz rota por el llanto.

—Lo entiendo, pero no puedo dejarte en este momento, ven. —Agarró el albornoz y abrió la puerta de la ducha—. Ven conmigo y deja de llorar, que eso no va a solucionar nada.

Elizabeth cerró la llave del agua, le quitó el albornoz a su madre y se lo puso, pero no podía parar de llorar, no era algo que ella pudiera controlar.

Salió del cubículo de cristal chorreando agua.

—Será mejor que te sientes. —Le pidió Rachell al tiempo que agarraba una toalla.

—Papá no entiende. —Sollozó, sintiendo cómo su madre le frotaba la cabeza, sacándole el exceso de agua—. Y no sé qué hacer... Estoy segura de que va a amenazar a Alexandre, no descansará hasta alejarlo de mí.

—Precisamente de eso tenemos que hablar...

—Ya no mamá, por favor... Ya no quiero más reproches...

—Elizabeth, evadir la situación no solucionará nada, necesito saber todo si deseas que te ayude, porque si no, ya no podré seguir apoyándote.

—¿Qué quieres que te diga?

—¿Por qué no me lo confiaste? No me dijiste que ibas a Río y no me informaste acerca de la familia de ese hombre.

—Es complicado...

—Lo sé, pero también sé que sabrás explicármelo, tengo que entenderlo todo para que nada me tome por sorpresa, como lo de hoy —pidió en su tierna tarea de secarle el pelo, dejó de lado la toalla y agarró el cepillo.

—No sé por dónde empezar.

—Pues por el principio cariño —dijo sonriendo ante la ironía—. ¿Por qué te fuiste a Río sin decírmelo?

—Ese no es el principio, todo comenzó cuando Alexandre no se comunicó más conmigo, después de que llegué a Nueva york, solo me llamó apenas llegamos al aeropuerto de Río, después desapareció, no contestaba mis llamadas ni mis mensajes...

—Entonces tu padre tiene razón, si verdaderamente le importaras habría estado pendiente de ti en todo momento —intervino Rachell.

—Espera mamá, todo tiene una explicación, no es como lo estás pensando, aunque yo también pensé así, pero ¿recuerdas a Wagner? —Le preguntó.

—Sí, el hijo de la senadora, que también fue al aeropuerto.

—Sí, él también es capoeirista y va a las rodas a las que también va Alexandre, donde los conocí... Él me dijo que Alex no había asistido desde que regresé a Nueva York... Eso verdaderamente me extrañó, porque por encima de todo, sé que Alexandre ama la capoeira. Fue entonces que me preocupé y quise ir a ver qué había pasado, porque lo extraño no era que dejara de amarme, sino que dejara de amar la capoeira... Había tenido un accidente en la moto...

—¡Oh por Dios! ¿Ves? Por eso te digo que esas cosas son muy peligrosas, y tú encaramada en ellas.

—El accidente no fue por falta de precaución, fue provocado... —No quiso explicar mucho, porque bien sabía que no podía entrar en detalles—. En fin, el accidente fue grave, estuvo por más de cuatro semanas en coma, y es cierto mamá, sé que lo es...

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora