CAPÍTULO 29

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Esa tarde, después de que dejara a Branca en su casa, durante el camino a Niterói no era más que un caos de pensamientos y emociones. No estaba en sus planes convertirse en padre tan joven, pero tampoco podía desentenderse de Branca, porque la amaba; tampoco estudiaría la posibilidad de proponerle la absurda y aberrante idea de deshacerse vilmente del resultado de su primera vez.

Lloró disimuladamente, tratando de evitar miradas, algunas curiosas y otras cargadas de lástima, pero nadie podía darse cuenta de la responsabilidad que se había posado sobre sus hombros.

Al llegar a su casa pasó directamente a su habitación y se duchó por largo rato, esperando que el agua consiguiera menguar la angustia que lo embargaba, pero no obtuvo ningún resultado, por lo que se quedó en la cama mirando al techo y permitiéndole a sus miedos que lo torturaran, mientras el aroma a comida invadía el lugar, consciente de que debían estar preparando la cena.

Se levantó de la cama y se paseó por la habitación, como si con eso conseguiría cambiar su situación, agarró el berimbau que estaba en una esquina y empezó a tocarlo, tratando de poner su total atención en la melodía que creaba.

—¡Alex! ¡Alex! —El grito de su madre lo hizo sobresaltar.

—Mamá, recuerda no entrar sin avisar —reprochó juntando las cejas en un gesto que desaprobaba la invasión de su madre en su habitación.

—Lo hice pero no escuchabas, la cena ya está lista.

—En un rato voy, no tengo apetito.

—Cariño, ¿sucede algo? —preguntó avanzando un par de pasos, presintiendo que algo no estaba bien con su hijo.

—No pasa nada mamá, solo no tengo hambre.

—Igual debes cenar, aunque sea un poco, te esperamos en el comedor.

—Está bien, en unos minutos bajo.

Su madre, que evidentemente acababa de llegar de la clínica se marchó, dejándolo solo con sus atormentados pensamientos.

Sabía que no podía simplemente hacer como que las cosas no estaban pasando, no podía evadir la realidad, por lo que dejó sobre la cama el instrumento musical y bajó.

En el comedor ya su familia lo esperaba para comer.

—Buenas noches hijo.

—Buenas noches papá, ¿cómo te fue hoy? —preguntó como era su costumbre.

Sus padres eran odontólogos y ambos trabajaban en la misma clínica, y desde que tenía uso de razón habían mantenido el mismo horario laboral.

—Bien, no puedo esperar que me vaya mal si hago lo que me gusta —comentó siguiendo con la mirada a su hijo que se ubicó en el puesto de siempre.

Durante la cena fueron hablando de diversos temas, sus padres les preguntaban por la escuela, hasta que Marcelo, hastiado por los intentos de su madre por reconciliarlo con su hermano buscó la manera de expresar su rabia y les dijo acerca del incidente que había pasado con la novia de Alexandre.

La ráfaga de preguntas de sus padres, el modo despectivo de Marcelo de dirigirse hacia a Branca y la misma presión que él sentía lo hicieron estallar.

—¡Está embarazada! —dijo enérgicamente, consiguiendo que su voz se escuchara por encima de la de sus padres.

Su madre quedó con la boca abierta, Marcelo parecía que iba a fulminarlo con la mirada.

—¿Qué es lo que acabas de decir? —preguntó su padre, dejando caer el cubierto sobre el plato.

—Branca está embarazada —respondió, consciente de que nada conseguía con ocultarlo.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora