CAPÍTULO 26

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En el momento en que sorpresivamente su padre le dijo que iba a llevarla al aeropuerto tuvo la certeza de que había sido lo mejor comprar los boletos aéreos hacia Buenos Aries, conocía perfectamente a Samuel Garnett y no iba a quedarse tranquilo hasta asegurarse de alguna manera de que su destino fuese en realidad Argentina. Lo que él no sabía era que tan solo permanecería unas horas en ese país, porque por la noche ya tenía asegurado los pasajes a Río de Janeiro.

En el John F. Kennedy fueron despedidos por sus familiares, incluyendo la madre de Luck, a quien adoraba tanto como si fuese su propia madre, por lo que Samuel tuvo que disimular muy bien sus amenazas hacia su novio.

En medio de los abrazos de despedida, Violet le hizo prometer que le llevaría un tarro de dulce de leche y unos alfajores, y no le quedó más remedio que irse preparando para viajar de regreso con esa tentación.

Le había prometido a Luck que le contaría el verdadero motivo del viaje, pero después de casi once horas de vuelo no había encontrado el valor. Agradecía que él la apoyara de manera incondicional, sin presionarla, que respetara que no estuviera preparada para hacerlo.

Ciertamente, no sabía cómo decirle que otro hombre la estaba llevando a cometer tales tonterías, porque no sabía con lo que iba a encontrarse en Río, y no pretendía quedar como estúpida delante de Luck.

Solo deseaba ver a Cobra y que le explicara mirándola a los ojos lo que había pasado, si era que ella había hecho algo mal, que mereciera ser ignorada a tal grado; sabía que no iba a ser fácil si terminaba rechazándola, pero estaba dispuesta a enfrentar ese momento. Solo esperaba que si no la quería más en su vida fuese lo suficientemente contundente como para darle el valor para erradicarlo de su corazón. Sin embargo, un lento latido en el centro de su pecho refugiaba la esperanza de que le contara algo que justificara su repentina desaparición.

En el aeropuerto Ezeiza los recibió Matías, un modelo argentino, favorito de pasarelas europeas por sus aguileñas facciones, y con el que en algún momento de celebración y tragos de más habían terminado en la habitación de un hotel en París teniendo sexo por horas; aunque lo habían disfrutado, sabían que no iban a repetirlo, o por lo menos eso no habían planeado, y Elizabeth ya no se sentía aquella chica aventurera sexual; no era que su libido se hubiese ido al suelo, sino que algo más poderoso se lo impedía, también sabía que Luck no iba a proponer nada sin que ella fuera la que diera el primer paso.

Matías los llevó a comer a un restaurante ubicado en Palermo Hollywood, donde en medio de una amena conversación, relacionada con el mundo en común del modelaje disfrutaron de un jugoso y tierno churrasco, acompañado de un buen vino argentino.

De las diez horas que debían permanecer en la ciudad pasaron junto a Matías ocho, quien los llevó a recorrer la ciudad y a gozar de su alegre compañía, también se tomaron algunas fotos en lugares turísticos. Elizabeth aprovechó para subir un par a sus redes sociales, segura de que su padre las vería y así terminaría de creer cuál era su destino.

Sacó de su maleta de mano otra camiseta que se cambió dentro del auto de Matías y se soltó el pelo para crear otro estilo y fotografiarse, guardó las imágenes para días siguientes. Provocando que Luck y Matías admiraran la habilidad que ella poseía para engañar al padre.

De regreso al aeropuerto, se despidieron de su amigo en medio de abrazos y besos en las mejillas, prometiendo volver a verse muy pronto.

Una vez en el avión la emoción en Elizabeth no podía ser disimulada, no sabía por qué no podía pensar en que Cobra la había dejado en el olvido, sino en que volvería a verlo; juraba que no iba a marcharse de Río sin verlo por lo menos una vez más.

Mariposa Capoeirista (Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora